Aunque a causa del Covid-19Ahora todo es por culpa de la pandemia, de la grandísima pandemia. Y es verdad que ha supuesto un shock impresionante, pero conviene no olvidar cómo estaban las cosas antes de ella, porque para muchos asuntos llueve sobre mojado. Esta semana se ha hablado mucho de la necesidad de que los bancos europeos se fusionen entre ellos. Nada nuevo, esto es algo que el BCE lleva reclamando desde hace años como una posible solución al grave problema que arrastran. Si expandemia la rentabilidad de estas entidades era insuficiente, con la pandemia está siendo pésima.

El martes, en un seminario en la Universidad Menéndez Pelayo, el vicepresidente del BCE, nuestro De Guindos, pedía fusiones rápidas y urgentes. Advertía de que el Covid-19 ha traído una caída de los ingresos y una mayor morosidad. Y apuntaba la receta: "La consolidación bancaria puede ser un instrumento útil para eso". Lo había dicho el 22 de julio, en su discurso Construyendo el sistema financiero del siglo XXI, en Fráncfort: que las previsiones sobre la rentabilidad bancaria para 2020 se han sometido recientemente a importantes revisiones a la baja y que las fusiones bancarias, nacionales o transfronterizas, eran el camino.

Pero el 6 de febrero, antes de que el virus nos afectara, también en Santander, en su discurso El sector financiero de la zona del euro: oportunidades y desafíos pintaba la que ya era una situación insostenible: el rendimiento sobre el capital de los bancos importantes (ROE) fue inferior al 6% en los 12 meses hasta septiembre de 2019, por debajo de su costo de capital, que se estima en alrededor del 8% al 10%. Y que así estaban las valoraciones bursátiles: con una relación precio / valor contable medio de alrededor de 0,6. Con la pandemia, los bancos se han debilitado aún más, cayendo esa ratio hasta el 0,4 en marzo, estimando el mercado un ROE medio del 2% este año y un 3% en 2021.

Los problemas estructurales de este sector existían y siguen existiendo. El sector está condicionado por la herencia del pasado, sometido a una intensa revolución tecnológica, con una competencia creciente por parte de los mercados, las grandes tecnológicas y las Fintech, y tendrá que seguir conviviendo por muchísimo tiempo -Jerome Powell lo ha sentenciado en la última reunión de la Reserva Federal- con bajísimos tipos de interés, tan incómodos para su negocio. El virus ha supuesto una lupa de su deficiencia; también de lo vital del sistema financiero para el funcionamiento económico.

Ahora se invoca a las fusiones, incluso antes del verano el BCE flexibilizó la normativa para facilitarlas al máximo. Pero las fusiones no son el bálsamo de fierabrás, que todo lo cura. Sólo serán tabla de salvación si conllevan mejoras de rentabilidad. Tamaño por tamaño no tiene sentido, sólo conduce a entidades más difíciles de resolver y, por tanto, con mayor probabilidad de que tengamos que pagar la factura los contribuyentes. Postpandemia, el plan de reconstrucción de la economía europeo debe ir unido a un plan de profunda reforma de una banca tan dependiente de lo público y tan ineficiente. Y lo mismo es conveniente fusionar algunas y a otras, en este mundo digitalizado, partirlas.

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