España como escenario

Junto a la bandera, hay un monumento al Teniente General de la Armada, Blas de LezoNo es una de las Españas la que hoy está en la calle, sino España como escenario de la Historia

Hoy en la hispanísima Plaza de Colón, de Madrid, está convocada -como seguramente todo el mundo sabe- una (macro) manifestación, dícese que "por una España unida". No es lo que quieren todos los españoles, eso es evidente, pues si así fuera, no habría causa para tal efecto. Son bastantes los que desean fragmentar este Estado con más de quinientos años de existencia y tres veces más de definición geopolítica. En esa plaza ondea la bandera nacional, una gran bandera constitucional cuya forma y composición cromática se inicia el 28 de mayo de 1785, reinando Carlos III, y adquiere todo su valor simbólico y representativo en 1843 (Real Decreto de 13 de octubre), reinando Isabel II. En la Segunda República (1931-1936), por uno de los incontables errores, trágicos en muchos casos, que cometieron sus dirigentes, la bandera alteró sus colores, cambiando la banda inferior a color morado (por oxidación inadvertida del rojo y confusión sobre el color del pendón de Castilla) y ajustando a igual ancho las tres bandas.

No lejos de donde ondea la bandera de España, hay un monumento al Teniente General de la Armada, Blas de Lezo y Olavarrieta, guipuzcoano, como Juan Sebastián Elcano, y uno de los más grandes héroes y estrategas de nuestra marina. Los Jardines del Descubrimiento acogen el monumento y la bandera, frente a la rotonda central con la columna sobre la que se eleva la figura estática de Cristóbal Colón. Todo ello nos recuerda que España protagonizó la gesta más grande de la Historia, abriendo universidades donde hubo sacrificios humanos e incorporando la inmensa tierra salvaje de las Américas, a la civilización occidental. Flanqueados por la Biblioteca Nacional, una de las mejores dotadas del mundo, y el Museo Arqueológico, esos jardines están siendo ahora tierra donde plantar dignidad para que crezca y alcance a los espíritus mezquinos que deambulan como zombis por los pagos del poder.

A diestra y siniestra se especula con el más y el menos, y se aderezan los hechos con verdades de usuario, con peregrinas interpretaciones más o menos ocurrentes de la realidad objetiva que subyace. Pero es ésta lo que importa y no las voces y los ecos que acompañan a las acciones e intenciones diseñadas por las oligarquías de los partidos. No es una de las Españas la que hoy está en la calle, sino España como escenario de la Historia. Que haya actores que quieran ignorarlo, bien está, es inevitable. Como lo es el mal con el que sus inductores ensayan debilitar al bien.

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