Sin duda no descubrimos ningún secreto si decimos que el pluralismo político es un valor superior de nuestro ordenamiento jurídico. El pluralismo político es propio de un Estado social y democrático de Derecho como España.

El pluralismo implica reconocer la multitud de doctrinas o de métodos en la democracia. Una extremada división política puede impedir ocuparse de todo lo referente al gobierno y a la organización de la sociedad. Ya se sabe que los partidos expresan el pluralismo político propugnado en el texto constitucional, pero será muy difícil que sean un instrumento fundamental para la participación democrática o que concurran a la formación y manifestación de la voluntad popular si las divisiones se convierten en un obstáculo insalvable.

Una exagerada fragmentación partidista es una dificultad para adoptar decisiones. El problema se agrava si los partidos que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos públicos sufren divisiones y enfrentamientos internos, rechazados por la ciudadanía, dejando de ser útiles en parte para llevar las riendas del país. Sin dudas de ningún género, referido a un Estado, la peor división es separarlo o partirlo en varias partes.

De cara a la movida electoral que se avecina, la política está siendo un medio de promoción y de lucimiento.

Los programas electorales deben poner en claro qué es lo que quieren los partidos y cómo conseguirlo. Andalucía no está para montajes preparados para que todo parezca otra cosa distinta de la que es en realidad. El paro no tiene una cara bonita.

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