Tanta preocupación por los animales demuestra al menos dos cosas venturosas: que cada vez somos más humanos y sensibles, por un lado; y por otro, que estamos alcanzando (o creemos estar alcanzando) un nivel económico que nos permite preocuparnos menos por nosotros mismos, e incluso por nuestros congéneres. Teóricamente. Lo cierto es que preocuparse por el bienestar de nuestros compañeros, mamíferos o no, en el planeta se puede considerar una virtud. A mi modo de ver, difícilmente el que maltrata a un animal puede considerar y tratar bien a una persona. Pero, aunque las pasiones están bien en general, eso no quita que se puedan apreciar excesos en ciertas actitudes, como es la de reclamar que un Ayuntamiento deba tener entre sus prioridades la alimentación de una colonia de gatos, a los que habría que respetar su derecho a buscarse la vida como felinos que son.

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