Análisis

rafael bellido cifuentes

Miembro de la Academia Andaluza de Gastronomía y Turismo.

(Demasiada) realidad

Me levanto como cada mañana antes de que aparezca el sol. Doy volumen al televisor para escuchar las noticias de fondo. Como cada día desde hace 20 años. Pongo a hacer el café. Me meto en la ducha. Me seco y me visto mientras tomo el café. Bajo a la calle. Hace frío y está oscuro. Apenas se ve con la poca luz amarillenta que dan las farolas. Meto la llave en el contacto del coche y tiro en dirección al mercado de abastos de Sevilla. Llego y me saluda Rafael, el pescadero. "Buenos días. ¿Cómo estás? ¿Qué tal los niños? ¿Qué va a ser hoy? Me han entrado unos alistados que quitan el sentido".

Antes de llegar al puesto de Lola me tomo un café en el bar, como viene siendo menester todas las mañanas. "Como está el plan, como esto siga así vamos a tener que cerrar", me dice Vanesa mientras me pregunta qué quiero ponerle a la tostá. "Vane, ¿pues qué va a ser? ¡Carne mechá, como siempre!" Le digo riéndome. Voy andando, saltando los charquitos típicos de los mercados como un niño jugando al tejo.

"Lola, pónme cinco kilos de cebollas de las dulces. Que sean gorditas. Unos gurrumelos, los avíos del puchero y poco más. Que estos días está todo muy parado y se me va a poner malo". Ya de camino a la salida, en el último puesto está Juan, el carnicero más dicharachero del mercado. Que mientras no para de contarte chistes te va cortando el mejor secreto ibérico y los mejores chuletones de retinto de toda la provincia.

Salgo corriendo. Me monto en el coche. Se escucha de fondo la radio. Que si créditos. Que si están cerrando toda la hostelería. Que si la abuela fuma. Llego al restaurante. Tengo que ser rápido para descargar. Lo único que me faltaba es que me pusieran una multa. Abro la persiana. Le doy al interruptor, pero la luz no enciende. Miro la caja de los fusibles. Todo parece estar bien. ¿Otra vez un apagón? Vaya día que nos espera. Enciendo la linterna del móvil. La entrada tiene una alfombra de cartas y folletos. De Hacienda, de la Seguridad Social, de la luz, del agua, de los bancos...

En ese preciso momento se me cae el mundo encima y arranco a llorar. Y recuerdo que ayer cerré el restaurante definitivamente. Cierro la persiana. Me voy a casa.

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