Análisis

Joaquín Aurioles

La Cumbre del Clima y la justicia intergeneracional

Uno de los conceptos más repetidos en la Cumbre del Clima es el de justicia intergeneracional. Plantea que el planeta que dejemos a nuestros hijos no sea peor que el que recibimos de nuestros padres. Se trata de un principio de contenido fundamentalmente ético, pero con evidentes connotaciones económicas, puesto que cuestiona el derecho de las generaciones actuales a intervenir en los recursos que quedarán a disposición de las futuras, sin que estas hayan tenido la oportunidad de participar en la decisión.

Si el problema se limitase a la explotación de recursos no renovables, como pueden ser los mineros, se podrían esgrimir razones históricas para justificarlo. Siempre ha sido así, podrían decir. De las generaciones anteriores heredamos un patrimonio natural condicionado, con frecuencia de forma limitante, por las obras hidráulicas o de litoral, por las infraestructuras de comunicaciones o por el mismo crecimiento de las ciudades. Son servidumbres derivadas de la necesidad de satisfacer necesidades colectivas, a las que hay que reconocer, en muchos casos, que también pueden constituir un legado intergeneracional floreciente. Pensemos en la extensión de los regadíos o en la accesibilidad a los mercados, a la sanidad o a la educación.

El problema surge cuando la generación actual se apropia de recursos renovables que no piensa devolver porque ha decidido esquilmarlos. Sucede cuando el proceso de explotación es tan intenso que agota la capacidad de regeneración de la propia naturaleza (por ejemplo, la deforestación). La historia está plagada de casos ejemplares que podrían esgrimirse para intentar justificar otros atropellos contemporáneos, pero la realidad es que la capacidad destructiva nunca ha sido tan elevada y que ya no cabe alegar ignorancia de sus consecuencias, pero, sobre todo, que nunca el margen de tolerancia ha sido tan estrecho.

La perspectiva económica permite alumbrar diferentes matices conflictivos en torno a la solidaridad intergeneracional. Uno de ellos es bien conocido y enfrenta la conciencia medioambiental de las sociedades desarrolladas occidentales, con el esfuerzo requerido a países donde las condiciones de vida son difíciles y que necesariamente deberá resolverse con un adecuado sistema de compensaciones.

Otro mucho más sutil es de naturaleza estrictamente financiera y tiene que ver con el sostenimiento del sistema de bienestar mediante el recurso al endeudamiento del sector público. En este caso la solidaridad intergeneracional se enfrenta a la social, debido a que cuando un gobierno decide financiar el aumento de sueldo a los funcionarios o de las pensiones emitiendo deuda pública, está pidiendo a las generaciones futuras que se hagan cargo de parte de la factura del bienestar que disfrutamos en la actualidad. Una cosa es endeudarse para financiar infraestructuras y equipamientos que pueden ampliar el legado hereditario, pero en otros casos es evidente que el riesgo de fisura intergeneracional es uno de los flancos débiles del sistema de bienestar. En el caso de la crisis del clima, el conflicto ha desembocado en el levantamiento juvenil Fridaysforfuture.

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