El vídeo más comentado en las redes en este fin de semana ha sido el de la entrevista al ex alcalde de Medellín, Sergio Fajardo, en TV3. El dirigente colombiano, todo amabilidad, se empeña en comprender la pregunta en catalán que le hace la presentadora de Preguntes Freqüents (La Sexta Noche de la cadena secesionista), pero termina por rendirse y pide que le hagan la pregunta "en español, en castellano", para no meter la pata. Rossell se bloquea y teme contagiarse de una enfermedad y se niega a hablar en la lengua más común en Cataluña y finalmente la alcaldesa Ada Colau soluciona el entuerto preguntando en castellano al pobre de Fajardo, un hombre educado y sin complejos, como demuestra.

Son cosas que pasan en TV3, donde hace ya bastantes años, en tiempos del tripartito, se criticaba que Andreu Buenafuente hiciera las preguntas en castellano, para que los invitados estelares estuvieran a gusto y sacarles toda la empatía. Esa cesión al idioma que une a todos los españoles ya no se produce en TV3, tan monolítica y cebollera que cae continuamente en un rídiculo digno de Polònia, donde su mayor fuente de inquina ahora es ridiculizar a los 500 millones de ciudadanos que nos expresamos en español, tildándonos de fascistas.

La televisión catalana, cuyos directivos estarían encantados de sufrir el martirio de un 155 (no cejan en hacer méritos, para avivar su victimismo), siguen empeñados en la derrota de escupir a España y al resto de los españoles. Ese supremacismo disfrazado de diferenciación sigue siendo aún el cansino discurso separatista. El catalán, un idioma de nuestro país, sigue siendo herramienta de exclusión y separación. En lugar de acercar, la imposición enfermiza del catalán se convierte en excusa para acaparar, dividir y menospreciar al no hablante. A la vista está de cuáles eran las intenciones al cabo de los años.

Y quieren seguir acomplejándonos. Con los clubes de fútbol debemos llamarlos "Girona" y "Nástic", pero mientras allí, en sus medios, hablan del "Màlaga", "Cadis" y "Còrdova".

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