Análisis

PANDEMIA Manuel barea 67

Cansados de este cansancio

Aquel bendito cansancio, cuánto se echa de menos. Era aquel cansancio un proceso que anticipaba, lo sabíamos, un instante reparador, que vaticinaba una relajación que sabíamos que llegaría y por la que no había que tener ninguna prisa. Era un cansancio que habíamos firmado en un contrato por el que tendríamos derecho a disfrutar de algo que tal vez sea lo más parecido a la paz, a cerrar los ojos al final del día, ya en plena noche, y a echar aire y a renovarlo en un profundo suspiro. Era un cansancio que había sido vivido con intensidad y que nos había abrumado y al que habíamos respondido con cada nervio, hueso y músculo de nuestro cuerpo y del que, hay que decirlo, disfrutábamos. Era un cansancio trabajado. Un cansancio forjado a machamartillo. Un cansancio que nos habíamos ganado a pulso. Un cansancio del que sentirse orgulloso. Un cansancio merecido. Un cansancio que nos disponía para ser repetido. Un cansancio que sabíamos que volvería. Era ese cansancio que te despojaba de vicios y de caprichos y de fruslerías. Era un cansancio que también imprimía carácter. El único cansancio que hace que las palabras "Estoy cansado" suenen reales y verdaderas, que no sea una frase hecha.

Cuántas veces es una impostura. Cuántas veces se dice por decir. Cuántas veces las dice alguien que se siente cansado desde que nació y que salió del vientre de su madre porque lo obligaron a asomarse y entonces lo trincaron. Es alguien que no siente ni ha sentido nunca el cansancio que proporciona la vida misma. Por eso nunca ha sabido lo que es el descanso. Lo que siente tiene otro nombre.

Tampoco es aquel cansancio lo que muchos sentimos estos días. Hace ya demasiado (va para dos meses y medio, me parece; es un cansancio que también te impide calcular con acierto, un cansancio que ha acabado con la medida y el peso de las cosas). No es el cansancio pacificador que nos restaura y nos pone en el mundo al final de la jornada. Es otro muy distinto. Lo mismo te aplasta que te resquebraja. No hay paz con este cansancio. A veces lo compruebas contigo mismo y otras con los demás. Es un cansancio que te obliga a estar en pie de guerra todo el tiempo, como al acecho, con la fatigosa e irritable sospecha de que en cualquier momento puede pasar algo terrible y al mismo tiempo con la extenuante certeza de que un día y otro día y otro día y otro más no pasa nada o pasa siempre lo mismo, dentro de un calendario con meses sin nombres y sin números y con semanas desordenadas sin principio ni fin, jornadas inabarcables sin aquella vieja rutina que ahora tanto añoramos, aquella rutina con la que nos cansábamos tan a gusto, asesinada por el virus y sustituida por otra, por una rutina cruel y perversa que se deleita y se regodea al vernos tan hartos, víctimas de un cansancio que no hemos buscado, que ella nos ha impuesto.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios