Muchos de los que estábamos teniendo un subidón estratosférico con el nombramiento de Pedro Duque al frente del Ministerio de Ciencia, tuvimos un desplome de iguales proporciones cuando se anunció que el escritor y periodista Màxim Huerta iba a ocupar el Ministerio de Cultura. Yo misma aún tengo mi ceja levantada en modo extremo, estilo Círculo de Bloomsbury o hermanos Crane. Todo mi yo prejuicioso me grita que sin duda había gente competente e intosible a la que recurrir mucho antes que escoger a un tertuliano de Ana Rosa de España; que esa elección ya da una medida de lo que va a entenderse por cultura. Pero resulta que a Màxim Huerta le han dado tan fuerte en redes, antes de que abra la boca -y bueno, Wert; bueno, Aguirre- que casi dan ganas de defenderlo. Y resulta, también, que ha demostrado mucha inteligencia en un discurso de ingreso a la vez inclusivo, no agresivo y callabocas.

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