Análisis

juan antonio solís

Un Barcelona con cara de lunes

El frustrado club que acotaron el Cruyff jugador y el Cruyff entrenador vuelve

Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver", recita con su voz quebrada Joaquín Sabina. En el fútbol, como en la vida, la nostalgia es un estupendo opiáceo. Así anda el Barcelona tras ser incapaz de anticiparse a un ciclo que se consumía. Víctima de gestores manirrotos y políticos del odio, es un modelo nada ejemplar del que huyen los patrocinadores.

Cuando uno era un niño que descubría jugadores abriendo los paquetes de cromos, allá por los finales de los setenta, el Fútbol Club Barcelona se me parecía a aquel Coyote de los dibujos animados. Se gastaba cada verano un dineral en lo último de la marca ACME: Krankl, Simonsen, Quini, pero siempre se le escapaba el Correcaminos en mayo y junio.

Pensé que el Coyote iba a desplumar por fin al ave tras el estropicio escrotal que Maradona le hizo al madridista Juan José, pero tampoco ahí el opulento gigante azulgrana giró su destino.

Su periodo de frustración quedó acotado entre el Cruyff futbolista que se fue con un cigarrillo en los labios y el Cruyff entrenador que llegó con su chupa-chups.

El rebelde y visionario holandés legó unas Sagradas Escrituras que Pep Guardiola, su aventajado alumno, actualizó y mejoró con la voz cantante del mejor intérprete concebido, Lionel Messi. Bajo un grupo casi irrepetible (dejemos el casi), el Barça no sé si fue mès que un club, pero las matemáticas sentencian: nadie ha levantado más plata en este siglo XXI que ellos.

Ocurre que los éxitos hay que gestionarlos. A veces se digieren incluso peor que los fracasos, porque nublan la vista y pueden corromper la moral. El enorme caudal de millones del gran Barça de Messi ha sido su triunfo y al mismo tiempo su perdición. Y forzar la gravosa permanencia del argentino fue la espoleta para el boom definitivo. Preso de sí y de su nostalgia, el Barça está carbonizado, sin más dinero para gastar en ACME... y jugando la Liga un lunes.

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