Gonzalo tiene un año menos que Gabriel y estos días no ha parado de hacer preguntas desde que se enteró que el pequeño almeriense había desaparecido. Curioso por naturaleza y por herencia, vino cuestionándose por el asunto. Se planteaba que Gabriel estaría llorando mucho y que tendría miedo, se preguntaba dónde estaría durmiendo y por qué había desaparecido y temía que estuviera pasando hambre. Él aseguraba que se iría a la policía si se perdiese. Las preguntas de la inocencia, de los miedos propios de un semejante poniéndose en la situación de Gabriel. Era complicado decirle lo que todos nos temíamos. Se pegó al televisor abatido cuando se conoció la noticia de la detención de la novia del padre y la aparición de su cuerpo. En su cabeza no entra todavía el concepto de la maldad humana infinita y no encuentra respuesta a la pregunta que se hace en su cabeza. ¿Por qué lo han matado?

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