Los familiares de un rostro tan querido en los años dorados del monopolio de TVE, José María Íñigo, irán a juicio mañana jueves por una denuncia que inició el propio presentador por su afección pulmonar letal relacionada con la exposición prolongada a derivados del amianto. Las estructuras de las naves, estudios, de Prado del Rey, demolidas en los últimos años, tuvieron una gran presencia del elemento cancerígeno. El raro tumor de mesotelioma detectado en su momento al periodista se asocia con la inhalación de polvo de amianto.

Íñigo fue de los profesionales que tuvo más horas de presencia en el Estudio 1, que en los años 60 fue erigido como el mayor plató televisivo de Europa, y donde presentó formatos como Estudio Abierto, Directísimo o Fantástico, morrocotudos en duración y con una elaboración engorrosa por entonces que obligaban a largas jornadas en la instalación. Al recubrimiento de amianto, para insononizar la instalación, se le culpa de esta afección que le costó la vida a Íñigo. A otros profesionales de TVE también se le detectó ese tumor pleural. Al primer rostro estelar que tuvo la cadena pública, Jesús Álvarez, se le relacionó su repentino y voraz cáncer con las exposiciones a las cámaras defectuosas adquiridas por la pionera TVE a los Países Bajos, suministradas de entre las compensaciones de la guerra por Alemania.

Íñigo no estaba por la labor de demandar a TVE (en sus últimos años colaboró con RNE y era el comentarista eurovisivo entre otras labores) y ha sido su familia la que ha concluido el proceso de denuncia por enfermedad profesional y que tras su muerte han llevado adelante más bien como gesto de reconocimiento hacia un querido profesional.

La televisión que disfrutamos en casa cuando la pantalla se encendía como un regalo casi mágico tiene otro envés insospechado. Riesgos laborales de tiempos que nunca terminaron de ser muy escrupulosos.

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