La apología sin escrúpulos y gratuita acerca del consumo de drogas que hizo el granadino Rafael Amargo al salir de prisión preventiva nos ha dejado a muchos boquiabiertos. "En mi casa sólo hay alegría", afirmó el bailaor a los medios de comunicación nada más ser puesto en libertad con cargos, acusado de tráfico de estupefacientes y de pertenencia a una organización criminal. Habría alegría, sí, y también 100 gramos de metanfetaminas, 40 de ketamina, tres botes de Popper, varias bolsitas de mefedrona, una bolsita de 2CB (más conocido como cocaína rosa, Nexus o Tucibi), dos pequeños botes de GHB ('éxtasis líquido'), una caja de testosterona y un blíster de Viagra; además de un pequeño peso, ocho móviles (uno de ellos de tecnología antigua) y casi 6.000 euros en billetes de 100, 200 y 500 euros. Con todo ello, no extraña que haya tanta 'alegría'. Su abogado ha negado que en casa o en el vehículo del artista se haya encontrado droga en cantidades que vayan "más allá de lo que sería el consumo propio".

Y olé. "Ha sido un espectáculo innecesario". "Aquí no pasa nada. Pablo Escobar había uno, y ya está". "Soy un tío que me gusta la fiesta, que me gusta divertirme, que me gusta celebrar". Innecesaria es la propaganda para el espectáculo que acaba de estrenar, Yerma, ¡qué curiosidad! También que su prima diga que los artistas para crear a veces recurren a las drogas. Innecesario y poco ejemplar.

Amargo, que se define como "políticamente incorrecto y emocionalmente promiscuo", tiene muchas deudas y embargos, e incluso ha recurrido a prestamistas, como señalan desde su entorno. Es uno de nuestros artistas más internacionales y, a pesar de ello y de los numerosos premios que acumula (entre ellos la Medalla de Oro del Mérito a las Bellas Artes 2016 y la Medalla de Andalucía 2018), siempre ha estado en la cuerda floja. A sus 45 años, se ha casado dos veces y tiene dos hijos de 15 y 12 años, y sus polémicas se cuentan por docenas. La de esta última detención colma el vaso de una vida y una carrera caídas en desgracia, lamentablemente y con tanto talento detrás.

Rafael Amargo no es el primer famoso que reconoce que consume drogas. Antes que él, lo hicieron Belén Esteban, Jorge Javier Vázquez, Alonso Caparrós, Sofía Cristo (hija de Ángel Cristo y Bárbara Rey), José Fernando (el hijo de Ortega Cano), Melendi, Lolita Flores... La diferencia con el bailarín y coreógrafo es que Amargo no parece haber tocado fondo, ni que quiera dejarlo. Es más, se aposta delante de Comisaría y le dice a los periodistas que en su casa hay "mucha alegría". Alegría que acabará siendo muy amarga si no deja de coquetear con un mundo más que peligroso, cruel y mortal. Eso si sale del tema de la detención.

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