Guatisnay es la única de nuestras palabras que no he encontrado en El habla de Algeciras de Antonio Gil González, publicado recientemente por la Asociación de Emprendedores del Patrimonio Algecireño (AEPA) y el Ayuntamiento de Algeciras. La escribo con la grafía que induce el sonido de la palabra hablada, permitiéndome la licencia de terminar en y griega y acudir a la g (animado por que en el fonema "gua" no hay diéresis) como mejor opción frente a la w. Un guatisnay es un donnadie soso, impertinente y saborío (véase), malage y tonto. Que sea la única falta que he podido encontrar, supone que el libro debe ser tenido por excelente. Un reto para los viejos del lugar y una fuente de conocimiento de lo propio para los jóvenes.

El gran escritor gallego Gonzalo Torrente Ballester, se refirió en ocasiones a la riqueza del habla andaluza. Concretamente, según una reseña publicada en el diario El País (14.05.1985), declaró, en una conferencia pronunciada en Bilbao el 10 de mayo de 1985, que "los andaluces son los que mejor hablan el castellano, con independencia de su pronunciación" (…) "la riqueza léxica y sintáctica de los andaluces es extraordinaria" (…) "Cuando voy a Andalucía y caigo al lado de un grupo que está hablando me quedo turulato. En Andalucía están vivas una serie de palabras y de expresiones que han muerto en el resto de España. Es el suyo el arte de burlarse de la gramática para que la frase sea más expresiva". Si hubiera estado un tiempo por estos pagos, se habría sorprendido de esa mélange de espontaneidad y spanglish que caracteriza el entorno al que se refiere Gil González, que nos ha regalado este magnífico y concienzudo trabajo, llegado a mí gracias a mi buen amigo Paco Mena.

Un día pregunté a una colega y amiga, sanroqueña y filóloga, especialista en las lenguas que se hablan en el Reino Unido, María Vega, si guatisnay podía tener algún origen inglés. Parece que no, que como en tantos otras lances lingüísticos en el imperio del ingenio que es el habla andaluza, guatisnay bien pudiera ser una salida verbal espontánea que caló en el personal y se quedó. Cuando allá por los años cincuenta del siglo pasado, el patriarca de los Ramos, el inolvidable don Luis, subía desde su agencia de adunas, camino de su casa en la calle Ancha, paraba en Los Rosales y se dirigía a mi padre del siguiente tenor: "Ignacio, goan cameron de plis, mistery tan di goan", y mi padre mandaba impertérrito al camarero: "un riojita pa don Luis"; ¡está tan claro!

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