Aída en el Cristina

En el homenaje a Aída, como en casos de la misma índole, nos homenajeamos a nosotros mismos

Como informa nuestro periódico, ayer noche, en el hotel Reina Cristina, se celebró un homenaje a la evocadora y bella actriz algecireña Aída Poder. Se distribuyó una revista de pequeño formato consagrada a ella, espléndidamente diseñada, en la que debo destacar la excelente entrevista que le hace el maestro Juan José Téllez. Sin desmerecerse ni un ápice -exclúyaseme de las consideraciones- al resto de los colaboradores. Más allá de la iniciativa de su paisano Javier Ortega y de quienes le hemos seguido, de los organismos, empresas e instituciones que lo han avalado y lo han hecho posible, está esa espontánea complicidad para acudir a una llamada interior, natural, de los que comparten un mismo entusiasmo por una misma causa. En Aída se produce, como en casos de la misma índole, una especie de autohomenaje, porque nos homenajeamos a nosotros mismos, al territorio común, a los lugares en los que nos nacieron toda clase de ilusiones tempranas.

Acaso yo sea eso que llamamos, en modo coloquial, un fiebre. Me lo han dicho muchas veces. Me lo decía Clavijo, un viejo paisano de La Línea cuando en mi casa de la sierra madrileña vio una foto de La Atunara, sorprendido porque me saliera de mi término municipal. Comprendió que también con los linenses comparto gran parte de lo que soy, como con los de cualquier otro lugar del Campo de Gibraltar o de sus proximidades. Me pidió prestada la foto y me la devolvió junto a una copia en pirograbado. La tengo en la pared de la entrada, junto a otro pirograbado sobre Los Arcos de La Piñera, obra del poeta Antonio Sánchez Campos. Pocos conocen esa faceta de nuestro inolvidable amigo, fundador, junto a Daniel Florido y Manuel Fernández Mota, de la Revista Bahía, un hito de brillantez literaria en nuestra historia cercana.

La mayoría de mis paisanos, por no decir todos o, al menos, casi todos, son unos fiebres. He tenido no pocas ocasiones de comprobarlo y muchas experiencias para poder afirmarlo sin reservas. En círculos ajenos a este entorno nuestro, he oído comentarios sobre ese "especial" modo de ser de los algecireños, que une a una actitud hipercrítica, una declarada pasión por Algeciras.

Javier Ortega ha conseguido, contando con la admirable capacidad creativa de Ángel Gómez Rivero, la formidable espontaneidad de un publicista de excepción, Marco Antonio, y la calidad y bonhomía de un pequeño gran grupo de paisanos, rematar brillantemente un proyecto con el que nos hemos sentido entrañablemente identificados.

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