Cultura

La última batalla, masacre total

Drama, Japón-RU, 2010, 122 min. Dirección: Takashi Miike. Guion: T. M. y Daisuke Tengan. Fotografía: Nobuyasu Kita. Música: Kôji Endô. Intérpretes: Kôji Yakusho, Yusuke Iseya, Takayuki Yamada, Tsuyoshi Ihara, Sosuke Takaoka.

Por cada nueva película suya que se estrena en España, cuatro hasta la fecha (Audition, Llamada perdida, La felicidad de los Katakuri y Big Band Love, juvenil A), el japonés Takashi Miike rueda seis títulos más en su país, transitando de un género a otro, del terror a las sagas adolescentes, de los géneros históricos al thriller de yakuzas, a un intenso ritmo de trabajo que lo convierte en uno de los cineastas más prolíficos de todo el cine mundial.

Segunda de sus películas de 2010, 13 asesinos es un remake del jidai geki del mismo nombre firmado en 1963 por Eiichi Kudo. Ambientado en 1844, en los estertores de la era feudal previa a la Restauración Meiji, el filme se apunta a la autoconciencia crepuscular del género de samuráis de otras propuestas recientes (Yamada, Oshima o Kore-eda), para alcanzar a través de su elegante puesta en escena un equilibrio entre la quietud y la acción violenta, entre lo mostrado y lo eludido, entre la poesía y la crueldad, que hacen del conjunto un brillante ejercicio de revisión de las esencias clásicas del modelo (con Mizoguchi o Kurosawa como referencias principales) para someterlo al escrutinio de las nuevas generaciones de espectadores.

En efecto, ya desde el arranque, que nos muestra el harakiri de un caballero deshonrado, 13 asesinos enseña bien sus cartas de contención, sobriedad, poderío visual y economía narrativa con un manejo del encuadre, los movimientos de cámara, el montaje y el espacio off que confirman a Miike como un auténtico estilista, plenamente consciente de los resortes del género y mucho más sereno y depurado de lo que muchos seguidores entusiastas de su faceta más efectista y posmoderna pudieran esperar.

Estructurada en torno a la formación y el avance de una variopinta cuadrilla de samuráis que habrá de encargarse de la restauración del orden del Shogun contra los abusos del joven tirano Naritsugu, 13 asesinos concilia el aliento trágico con una espectacular (y extenuante) batalla final en la que el ruido de los sables y las cruentas acrobacias del chambara se adueñan de la pantalla en un alarde de talento y energía cinética que se disuelven entre el barro, el fuego y el aroma a derrota y a fin de época.

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