Cultura

Cuando el tiempo es literalmente dinero

Thriller/Ciencia ficción, EEUU, 2011, 109 min. Dirección y guión: Andrew Niccol. Fotografía: Roger Deakins. Música: Craig Armstrong. Montaje: Zach Staenberg. Intérpretes: Justin Timberlake, Amanda Seyfried, Alex Pettyfer, Cillian Murphy, Johnny Galecki, Olivia Wilde, Vincent Kartheiser.

Hay que agradecerle a Andrew Niccol el guión de El show de Truman y la realización de dos películas correctas -Simone y El señor de la guerra- y de una gran película de ciencia ficción pesimista de elegante puesta en imagen y trama compleja, elevada por una soberbia partitura de Michael Nyman: Gattaca. Desde El show de Truman hasta In Time Niccol ha sido fiel a la temática del individuo atrapado en un sistema que ha sacrificado lo humano para alcanzar la perfección.

En esta ocasión lo sacrificado es la vida -el tiempo del ciclo vital- que se ha convertido en mercadería haciendo literalmente cierto aquello de time is money. En el futuro próximo que Niccol imagina se ha logrado la eterna juventud; pero su posesión es un lujo reservado a una elite, mientras que a la famélica legión el tiempo se le raciona severamente para evitar la superpoblación. El tiempo se gana trabajando, jugando en los casinos, intercambiándolo o robándolo. La duración de la vida se ha convertido definitivamente en una mercadería por la que luchar con la misma crueldad y desesperación con la que antes se luchaba por el dinero.

Los protagonistas -un desheredado del tiempo que recibe un inesperado regalo y una rica heredera- forman una pareja que puede recordar a las que Faye Dunaway formó con Warren Beatty en Bonnie & Clyde y con Robert Redford en Los tres días del Cóndor: se salen del sistema para robar el tiempo a los ricos y repartirlo entre los pobres; y para salvar sus vidas eludiendo sus trampas mortales.

Niccol sólo mantiene la elegante frialdad de Gattaca en la primera parte de la película, la mejor. Después deriva al cine de acción más o menos convencional en una segunda parte que sacrifica la inteligente idea inicial a las rutinas del entretenimiento. Y concluye con una tercera parte de grueso subrayado supuestamente ideológico que convierte al protagonista en un pistolero (Jesse James) o un gangster (Clyde) que delinquen para robar un tiempo que previamente le han robado a él y a los parias del mundo: una especie de Che Guevara metido en las calzas verdes de Robin Hood.

La potencia visual de la película va menguando conforme las convenciones la alejan más de su prometedor núcleo argumental. Y Justin Timberlake no hace sino empeorar las cosas. Amanda Seyfried y Vincent Kartheiser le ganan por la mano. Simplemente actuando. Lástima de buena idea desperdiciada por un excelente guionista y buen director.

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