Cultura

"La siguiente revolución es la de la empatía"

  • Chus Gutiérrez participa en el ciclo 'Letras capitales' de la Junta de Andalucía y reflexiona sobre la situación de la mujer en África a través de sus rodajes en Namibia y Marruecos

Hay películas, sólo algunas escogidas, que literalmente se siguen rodando después del estreno. Es el caso de Retorno a Hansala (2008), de la cineasta granadina Chus Gutiérrez, que ayer participó en el ciclo Letras Capitales en la Biblioteca de Andalucía. A los pocos meses de volver del rodaje en la aldea de Marruecos que da nombre a la cinta recibió una llamada del jefe del pueblo. En un ambiente rural y machista, la estancia de la granadina removió los cimientos de su sociedad y las mujeres habían pedido entrar en el consejo de ancianos, ya que hasta ese momento no tenían ni voz ni voto. Claro, los hombres del pueblo no las dejaron entrar pero ellas organizaron su propia asociación y decidieron cuáles eran sus prioridades: aprender a leer y escribir. Por eso, a la directora de Sexo Oral le llama especialmente la atención que en Marruecos las mujeres luchen por avanzar en lo más elemental "mientras en España se pretende hacer retroceder a las mujeres 30 años con la modificación de la Ley del Aborto". "Yo sé que muchas mujeres se han jugado la vida encima de una mesa y volver a vivir situaciones así es inadmisible porque el aborto es una cosa íntima que siempre conlleva dolor o sensación de pérdida, es una decisión siempre traumática para la mujer, y si además de eso tienes que esconderte e irte a otro país es una locura", sostiene la cineasta que presentó durante el acto el libro El cine. Fábrica de sueños solidarios. Y como cineasta recomienda una película rumana, Cuatro meses, tres semanas, dos días para ver la situación de las mujeres que abortan en la clandestinidad. La película triunfó en Cannes en 2007 y ahora vuelve a la memoria de la cineasta.

Chus Gutiérrez participa en la publicación con un artículo sobre La pequeña revolución de las mujeres, donde reflexiona sobre su experiencia en Hansala, cuando todas las jefas de equipo y la directora del rodaje eran mujeres, además de ser las que financiaban el proyecto.

En 2010 se embarcó en un proyecto colectivo sobre la situación de las mujeres en África. En su parte de la película trató el tema del empoderamiento, un palabro que le costó trabajo aprender y que quiere decir que las mujeres deben asumir que tienen poder, "no tragar la realidad como si no hubiera otra salida y sólo quedara asumirla". Ella rodó en un poblado en mitad del desierto, con un problema acuciante porque su río se lo había apropiado una fábrica y ahora querían cobrarles por el agua. Gutiérrez filmó cómo estas mujeres se organizaron para recuperar el agua. "En Namibia, un territorio como tres veces España pero con dos millones de habitantes, ves que la gente vive sin futuro, sin esperanza, todo es muy descarnado pero están rodeados de una riqueza natural increíble", señala. Y como triste anécdota, recuerda que las mujeres del poblado, cuando querían abortar, se iban a un sitio determinado, acampaban un par de días y al poco tiempo perdían el feto. Pensaban que eran los dioses que escuchaban sus peticiones, pero lo cierto es que era una zona de gran radioactividad.

A Chus Gutiérrez no la miraban con envidia, pero sí con respeto. Al principio eran muy desconfiadas, pero ella las puso a actuar porque no quería rodar un documental. Trabajaron juntas y, al final, cuando estaba a punto de empaquetar la claqueta, ellas comenzaron a sentirse orgullosas del trabajo. "Me costó que se relajaran, que se dieran cuenta de que teníamos un proyecto común entre manos", explica sobre un rodaje y un país en el que la pobreza es un término que se queda corto. La directora usa el término "miseria" pero, entre tanta escasez, recuerda con emoción que todos los niños sabían leer y escribir porque tres señoras se empeñaron hace 70 años en construir un colegio. De nuevo las mujeres, "las discriminadas pero la avanzadilla de los cambios". Para Chus Gutiérrez, "son las más sensibles a las desventajas y por eso quizás son más conscientes".

Así que la cineasta llegó a Europa con la maleta cargada de sentimientos y sin la postal en directo que buscan las mayoría de los turistas. Y se trajo reflexiones como que "la siguiente revolución del ser humano es la de la empatía". "No se puede seguir aceptando que unos pocos tengan el 90% de la riqueza, obviamente me afecta más lo que le pasa a mi vecino que lo que le pasa a la gente en Namibia, pero me afecta que el 70% de las mujeres del mundo sean pobres".

Lo más curioso es que la directora granadina no estaba al tanto ayer por la tarde de la reunión de la Comisión del Cine para el estudio de un nuevo modelo de financiación, que concluyó entre la "absoluta decepción" del director de la Academia de Cine, Enrique González Macho, y la "buena noticia" de una prórroga indefinida del 18% en los incentivos fiscales al cine. La cineasta no cree que en estas reuniones se vaya a solucionar nada. "Este gobierno no tiene voluntad política de apoyar la cultura, dice que la cultura es espectáculo, no entiende que es nuestra forma de estar en el mundo", señala para explicar el porqué de su falta de interés en las reuniones de corbata y traje. De paso, defiende el cine español con una imagen muy clara: "Yo no entiendo emocionalmente las películas americanas, nosotros tenemos otra forma de relacionarnos y me resulta imposible reconocerme en una madre norteamericana, esa no es mi cultura". Pero sí está más cercana a la cultura latinoamericana. De hecho, y aunque lo dice casi en voz baja, a finales de mayo viaja a Colombia para rodar su nuevo largometraje. Pero comenzar un rodaje en los tiempos que corren es tan complicado que, pese a ser tan inminente, hasta que no esté detrás de la cámara "no me lo voy a creer". También lleva un tiempo con un proyecto "precioso" en el Sacromonte con Curro Albaicin. Le queda por rodar una parte porque tienen "serios problemas" de dinero. "Se trata de hablar del barrio, de la herencia de la gente mayor, de los jóvenes, de la tradición del arte a través de las generaciones", dice Gutiérrez, una mujer en busca de la libertad aunque cometió el error capital de hipotecarse. "Un amigo mío, el dramaturgo Paco Becerra, dice que la libertad consiste en no casarse, no tener un hijo y no comprar un piso, lo contrario de plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo", concluye.

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