Cultura

La redención del gestor

Comedia dramática, Israel, 2010, 106 min. Dirección: Eran Riklis. Guión: Noah Stollman, a partir de la novela de A.B. Jehoshua. Fotografía: Rainer Klausmann. Música: Cyril Morin. Intérpretes: Mark Ivanir, Reymond Amsalem, Gila Almagor, Rosina Kambus, Guri Alfi, Julian Negulesco, Noah Silver.

Figura laboral de nuestro tiempo, el director de recursos humanos acarrea la mala prensa de ser el brazo ejecutor de despidos, recortes de plantilla, ERES y demás eufemismos relacionados con la viabilidad de la empresa moderna. Es, por tanto, una figura dramática de interés para cualquier cineasta que pretenda tomarle el pulso al presente, más aun en estos momentos de crisis galopante.

El cine norteamericano lo ha retratado en su vertiente más agresiva, teatral y vocinglera, como hemos podido comprobar en la reciente Company man o en algunas implacables piezas del dramaturgo y cineasta David Mamet. En el francés asoma como metáfora de una cierta deshumanización de las relaciones laborales (véanse Recursos humanos o El empleo del tiempo, de Laurent Cantet). Incluso el cine español se ha acercado también a su perfil en cintas como El método o Casual day.

Lo que nos llega ahora desde Israel de la mano de Eran Riklis (La novia siria, Los limoneros) es una variante humanista del personaje-tipo, un retrato del hombre (sensible) detrás del cargo ejecutivo, en una encrucijada dramática que lo pone en la tesitura de dar la cara por la empresa cuando una empleada muere en un atentado en Jerusalén. Nuestro particular director de recursos humanos, un tipo metódico, firme y disciplinado, tendrá que lidiar con el traslado a Rumanía de los restos mortales de la antigua empleada, pretexto para una road movie invernal y zigzagueante en tierra ajena en la que se descubre una realidad social y política poco alentadora que se entrecruza con las propias limitaciones de nuestro protagonista para gestionar sus asuntos íntimos.

El viaje del director de recursos humanos se articula así como un filme itinerante en el que asoman los temas (el conflicto palestino-israelí, la inmigración, el trabajo precario, el descubrimiento de una realidad ajena…) bajo un tono de comedia negra que nos recuerda a las fábulas de aquel cine del Este de los 60 pero también, ay, al quiebro esperpéntico de nuestro querido Azcona, especialmente en lo que respecta al retrato de la burocracia funcionarial y a cierta tipología humana que se escapa siempre por los costados más caricaturescos de la realidad.

En cualquier caso, la cinta de Riklis funciona mucho mejor en su arranque y primera parte en Israel, con las pesquisas iniciales del director, su trabajo en la panificadora, sus encuentros y entrevistas, que en el viaje que le da título, que tiende a estirar la anécdota en una clave humorística que no siempre hace buenas migas con la ingenuidad del mensaje bienintencionado que se apropia poco a poco del trayecto.

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