Cultura

El realismo como épica de lo cotidiano

Por ser el partero del neorrealismo italiano, el padre del gran realismo plural del cine italiano de los años 50 ("Rossellini es el padre del que todos descendemos", dijo Fellini), de la Nueva Ola francesa y de todos los nuevos cines de la Europa de los 60 ("no se puede vivir sin Rossellini", decía un personaje de Bertolucci) y el pionero de la fusión entre el cine y la televisión, Roberto Rossellini está en la raíz de esta película. No sólo él, también toda la robusta tradición realista francesa desde el gran Jean Renoir (el otro patrón del cine europeo) a Tavernier. Pero sobre todo él. Y de Rossellini escribió Miguel Marías: "No sé si confiaba en la realidad, pero procuraba no distorsionarla ni embellecerla, respetando su integridad, a ser posible su atmósfera, su unidad espacial, el tiempo (que ya se acorta o alarga para cada cual, sin necesidad de acelerarlo o ralentizarlo mediante el montaje). Le desagradaba la manipulación, pero nunca confundió el cine con la realidad, ni viceversa: ese es, creo, el origen de muchos malentendidos, decepciones, desengaños, abandonos y polémicas".

En efecto, desde la polémica sobre el realismo crítico sostenida en los años 30 por Brecht y Lukacs hasta la batalla del neorrealismo que sacudió la Italia cinematográfica, intelectual y política de los años 50 en el debate fílmico de mayor proyección social de la historia del cine, en torno al realismo se han dado muchos malentendidos, decepciones, desengaños, abandonos y polémicas. Tanto por la tensión que desgarra la palabra realidad entre sus significados de existencia real de algo y de verdad como, y sobre todo, por la dificultad para definir qué sea lo realista/verdadero en el arte y si al concepto ético de realismo se corresponde necesariamente una estética también realista (como pretendió el naturalismo y sobre todo la doctrina del realismo socialista). La multiplicación de los medios para captar y difundir imágenes -desde la televisión a la difusión de imágenes públicas o privadas a través de internet- no ha hecho sino complicar más la cuestión.

Lo más certero en esto, entiendo, es dejarse llevar por el instinto. Porque toda forma de justificación o análisis, de crítica o doctrina, me parecen confusas o partidistas. En su extremo, Cesare Zavattini, teórico del neorrealismo y guionista de De Sica, decía que la película neorrealista perfecta sólo la podría rodar una cámara secreta que filmara en continuidad la vida de quienes no se saben filmados. Porque si hay guión (aunque trate de hechos reales), actuación (aunque sea de no profesionales), localización (aunque sea en exteriores e interiores reales), encuadre (aunque sea invisible y no estetizante) y sobre todo montaje (aunque intente reflejar el fluir de la vida sin sintetizarla en momentos culminantes), hay manipulación. Y porque, en definitiva, el realismo más extremo es también un efecto en cine y, por lo tanto, requiere una manipulación que por su apariencia de realidad puede ser la más perversa forma de engaño.

Era necesario decir todo esto para situarles en la perspectiva que creo adecuada para apreciar esta excelente, honesta, comprometida, sincera y valiente película realista que aborda, utilizando honradamente la manipulación fílmica, la cuestión más importante en el primer mundo: la educación. Su director, Laurent Cantet, ha ido ejerciendo una depuración del realismo cinematográfico a través de las espléndidas Recursos humanos (1991), El empleo del tiempo (2001) y Hacia el Sur (2005); hasta alcanzar la depurada cumbre ascética de esta historia real, interpretada por su protagonista real (el propio profesor que escribió la novela semiautobiográfica en la que se basa el guión), acompañado por auténticos profesores y alumnos. Y sobre todo filmada con una maestría que le permite mecerse entre la ficción y el documental, la creación cinematográfica autorial y la documentación de la realidad, la descripción de un conflicto social y el preciso retrato de caracteres singulares. Gracias a ello logra convertir en sincera épica cotidiana realista las dificultades que halla la enseñanza en el entorno hostil de un instituto conflictivo situado los suburbios de una gran ciudad.

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