miguel poveda. cantaor

"No tengo prisa por volver a la Bienal, lo haré cuando tenga algo que mostrar"

  • Continúa este verano una gira imparable con la que cierra el domingo el Festival Flamenco On Fire

  • Libre e inquieto, asegura que "entre la tradición y la vanguardia, elijo siempre el talento"

El cantaor catalán Miguel Poveda (Barcelona, 1973).

El cantaor catalán Miguel Poveda (Barcelona, 1973). / ballesteros / efe

Para Miguel Poveda no hay pregunta incómoda ni respuesta rápida. Haberse convertido en el cantaor de su generación más conocido y admirado, teniendo a priori todas las circunstancias en contra, le ha servido para forjar un carácter firme que ha ido modelando con esfuerzo y constancia. Por eso, huye de la falsa humildad y de las justificaciones cuando se le pregunta por quienes, pese a los treinta años de trayectoria, los discos de platino y los sold out de sus conciertos, cuestionan aún su éxito. Porque estos mismos, asegura, "no opinaban igual cuando no tenía la popularidad de hoy y cantaba peor que ahora".

Después de triunfar en el IV Festival Tío Pepe en Jerez, y de una gira imparable, el artista será el encargado este domingo de cerrar el festival pamplonés Flamenco On Fire, por donde también pasarán este fin de semana el guitarrista sevillano Rafael Riqueni, Tomasito, Antonio Carmona o Kiki Morente y Juan Habichuela nieto, entre otros. Para verlo de nuevo en la Bienal de Sevilla, sin embargo, aún habrá que esperar.

-¿Qué le está dando esta gira?

-La oportunidad de estar cerca de personas de muchos lugares distintos y de aprender de cada concierto. Al final es un rodaje en el que hago balance y observo lo que puedo ir mejorando para el siguiente concierto, aunque no siempre dependa de uno mismo.

-¿Y qué le da usted al público para que se mantenga incondicional?

-Imagino que lo que pone todo el que ama lo que hace y se deja el alma en un escenario, sin pensar en nada más.

-El flamenco es patrimonio de Andalucía pero el cantaor más universal del momento es catalán y el guitarrista que le dio una nueva perspectiva al instrumento fue el pamplonés Sabicas, ¿no es esto paradójico?

-No me detengo en esas cosas de procedencia y cuestiones parecidas, me centro más en el ser humano y su sensibilidad para hacer música. En el flamenco somos todos unidos, en conjunto, los que hemos conseguido que nos respeten y admiren fuera, ojalá consigamos algo parecido en nuestro país.

-Porque, ¿verdaderamente hay oles que suenan distintos?

-Los oles son del alma y el alma no entiende de norte o sur. Está claro que hay hechos que nos diferencian, y ahí reside lo atractivo, pero la emoción es universal y yo no me emociono menos que un argentino cuando escucho a Gardel.

-Recientemente protagonizó un emotivo concierto en el Liceu de Barcelona para recaudar fondos a favor de la investigación. ¿Hace falta en el flamenco más cohesión y menos envidia?

-Hace falta en todas las artes, y más en España, que es un país muy dado a eso. Pero, por fortuna, no conozco ese sentimiento y tengo la suerte de colaborar con artistas que son igual que yo en ese sentido. Me motiva seguir creyendo que existen personas con ganas de unirse y anteponer la solidaridad al ego.

-En este espectáculo, que fue televisado, dio a conocer al gran público a la joven jerezana María Terremoto, Giraldillo Revelación en la pasada Bienal de Sevilla. ¿Son los artistas jóvenes como ella una bofetada para los agoreros del cante?

-Más bien son esperanza para todos los que amamos el flamenco. María me emociona por muchos motivos pero es que, además, es una aficionada incansable, al igual que Rancapino Chico y tantos jóvenes que le ponen todo el amor a lo que hacen. Hay que darles su mérito.

-Por cierto que ya hace tiempo que no se le ve por la Bienal. ¿Qué hace falta para que estrene en este circuito?

-Tener algo que mostrar y no inventarme nada para estar por fuerza. Quedan muchas bienales y aún me considero joven, no tengo prisa.

-Con la vuelta de José Luis Ortiz Nuevo a la dirección y la efeméride del veinte aniversario, ¿se plantea algo para la próxima edición?

-En este momento, con la gira y teniendo pendiente retomar la grabación que empecé a principio de año, no. Quizás más adelante.

-Es innegable que su nombre dispara la venta de entradas, ¿siente alguna responsabilidad?

-Bueno, no es una garantía segura. Es muy difícil llenar en todos sitios y no basta con el nombre, hay que hacerlo bien. Por eso asumo la responsabilidad de subir a un escenario para comunicar, disfrutar y ofrecer un buen concierto, con el aforo lleno o con una cuarta parte.

-Sin embargo, la respuesta del público no parece concordar con la de algunos aficionados cabales que aún se le resisten…

-Quizás algunos de ellos no se resistían tanto cuando no tenía la popularidad de hoy y cantaba peor que ahora. De todas formas, todos compartimos el deseo de darle al flamenco el lugar que le pertenece y la afición, que no la he perdido ni abandonado nunca. Como tampoco he dejado de cantar flamenco en ni uno solo de mis conciertos. Espero volver a convencerles algún día pero igualmente voy a seguir moviéndome siempre con la libertad que necesito, ya sea a través del cante tradicional, de los poetas o de la canción andaluza.

-¿Diría que en este arte cuesta más ser libre?

-Quizás es más conservador con sus raíces pero es algo que comparto cada día más. Respeto al aficionado porque también lo soy. Entiendo al que tiene miedo a perder sus raíces, pero también entiendo al artista inquieto y libre, que se mueve en un mundo en el que estamos más conectados con el exterior. No siempre es incompatible una cosa con la otra.

-Sea honesto, ¿hoy día sería posible revitalizar el flamenco desde la ortodoxia?

-Para mí hoy día la propia ortodoxia en el flamenco es lo más revolucionario y vanguardista; volver al pasado y defender desde la raíz es lo más moderno que puedes hacer, sin descartar las aportaciones de cada artista si nacen de lo más profundo de ti.

-Porque ¿puestos a elegir, usted se queda con la vanguardia o con la tradición?

-No me gusta dividir, ni elegir a nadie. Elijo siempre el talento.

-En este sentido, ¿qué le sobra al flamenco?

-No creo que le pueda sobrar nada a una de las músicas más emocionante del mundo. Lo que lo que le falta es el cariño y el compromiso de las instituciones con los historiadores y artistas, porque por este arte se nos admira en el mundo entero.

-A punto de cumplir los 30 años sobre el escenario, ¿qué queda por hacer?

-¡Muchas cosas! Treinta años es un número pero miro hacia adelante y tengo tantas cosas que quiero hacer que necesito más de treinta vidas [risas].

-Como profesional, ¿cómo le gustaría que se reconociera a Poveda dentro del flamenco?

-Sinceramente, no me lo he plantado nunca pero espero que sea como un buen aficionado.

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