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Los primeros pasos de la fotografía

  • El Rijksmuseum de Amsterdam inaugura 'Nuevas realidades', muestra en la que destaca el trabajo de la botánica Anna Atkins

Cianotipo de un alga, una de la colección de Anna Atkins.

Cianotipo de un alga, una de la colección de Anna Atkins. / d.c.

Nuevas realidades es el nombre de la muestra dedicada a los inicios de la fotografía y que, hasta el próximo 17 de septiembre, puede verse en el Rijksmuseum de Amsterdam. La exposición reúne un total de 300 instantéas que exploran sus primeros usos científicos, arquitectónicos y policiales, y en la que destaca el trabajo de la botánica Anna Atkins, considerada la primera mujer fotógrafa.

"No todo el mundo lo sabe, pero el Rijksmuseum no sólo posee pinturas del siglo XVII, sino también una colección de más de 150.000 imágenes", explica la conservadora del museo, Mattie Boom.

La primera parte de la muestra está dedicada a Anna Atkins, la botánica inglesa considerada una pionera de la fotografía porque editó, en 1843, el primer libro compuesto exclusivamente de instantáneas.

La publicación, expuesta como un tesoro por el Rijksmuseum, se llama Fotografías de algas británicas y su propósito inicial era exclusivamente científico, ya que reflejaba la forma de cientos de estas plantas marinas.

Atkins no necesitó una cámara para su propósito, sino que utilizó la técnica de la cianotipia: "Probablemente porque era vecina de John Herschel, el inventor de ese procedimiento fotográfico", explicó Mattie Boom.

La cianotipia exigía colocar las algas secas sobre una hoja de papel, exponerlas a la luz solar y enjuagarlas posteriormente en una bandeja de agua.

El resultado era una impresión monocroma de color azul que reflejaba la forma del alga; cada imagen debía elaborarse a mano y se calcula que Atkins necesitó unos diez años para hacer las 25 copias del libro que hay en el mundo.

"Nos llevó nuestro tiempo buscar una buena edición, pero el año pasado encontramos una. Era propiedad de una escultora estadounidense que tenía una inmensa biblioteca de libros que la inspiraban, y este era uno de ellos", explicó la conservadora del Rijksmuseum.

La cianotipia convivió con otras técnicas menos rudimentarias que posibilitaron el desarrollo de la fotografía, como el daguerrotipo, inventado en 1839.

"Si querías hacer un daguerrotipo tenías que tomarte tu tiempo. Necesitabas buena luz y el pulido de la placa llevaba toda una mañana. Entonces tomabas tu fotografía y al día siguiente te podías dar cuenta de que no había salido bien", indicó Boom.

La experta recuerda que hubo gente que se pasó medio año hasta conseguir sus primeros resultados aceptables y que, pese a ser una "tecnología muy complicada, se desarrolló de forma muy rápida".

Esas mejoras posibilitaron que las nuevas máquinas viajaran por todo el mundo y retrataran países que, para la mayoría de occidentales, sólo podían ser imaginados a través de la literatura.

Ese fue el caso de Antoon Bauduin, el primer holandés que consiguió entrar en Japón y que fotografió sus pueblos, casas y gentes, samuráis incluidos; o el de A. Cavilla, que en 1880 retrató para un grupo de antropólogos poblaciones locales del Norte de Africa.

El nuevo invento también se utilizó en Europa con fines forenses: una de las piezas más potentes de Nuevas realidades es la del cadáver de Arthur Leroy, un jardinero de cincuenta y tres años asesinado en Francia por un vecino y cuya fotografía fue fundamental para esclarecer el crimen.

La arquitectura también se serviría de las cámaras para documentar la evolución de las grandes construcciones, como la de la Avenida de la Opera, en París.

Napoleón III ordenó en la segunda mitad del siglo XIX demoler algunos barrios de la capital francesa y reconstruirlos con anchas avenidas para, entre otras cosas, evitar las revueltas que se producían en los barrios populares, y que triunfaban en parte debido a la estrechez de sus callejones.

La burguesía también quiso aprovechar el daguerrotipo para retratarse con sus mejores galas, como muestra en la exposición el trabajo del abogado holandés Eduard Isaac Asser.

El letrado experimentó técnicas para abaratar sus costes y utilizó como modelo a una de sus hijas, a quien vestía con trajes recargados y poco comunes para una niña, y cuyas imágenes reflejan que no siempre posaba de buena gana para su padre.

Nuevas realidades convivirá en el centro holandés con la muestra Pequeñas maravillas, una colección de 130 tallados de reducido tamaño hechos en el siglo XVI que reproducen escenas bíblicas.

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