Cultura

"La poesía explora la dualidad de la vida, el tránsito de lo bello a lo terrible"

  • El autor publica la antología 'Pero sucede', recorrido por una obra en la que conviven la nostalgia por lo perdido y el deslumbramiento por la magia que depara el mundo

La poesía de Eduardo Jordá (Palma de Mallorca, 1956) es un viaje a un territorio impreciso en el que conviven la nostalgia y el asombro. La añoranza por esos paisajes ya irreconocibles de la infancia en los que "el ácido del tiempo ha hecho bien su trabajo", la punzada por los seres queridos que se fueron y se mantienen, no obstante, firmes en el ejercicio del recuerdo, cohabitan con la celebración de la belleza, la mirada atenta a la magia que depara el mundo a sensibilidades receptivas al portento. La antología Pero sucede, editada por Renacimiento, selecciona algunos de los mejores poemas de Jordá desde Ciudades de paso (2001) hasta la actualidad.

-Pero sucede es un libro cargado de esperanza, de gratitud. El poema que da nombre al conjunto, que narra una serie de pequeños milagros, ilustra muy bien esa confianza en el ser humano.

-Ojalá sea un libro cargado de esperanza. Yo creo que el arte es imposible si no hay una esperanza en algo que pueda perdurar.

-En algún pasaje se dice que "donde haya trigo y pájaros y niños / no habrá desolación y no habrá ruinas". En el poemario se describen numerosos instantes que justifican toda una vida, pero sobre esa felicidad siempre gravita la amenaza de lo efímero.

-Porque la vida es una dualidad entre lo que se pierde para siempre y ese milagro de un instante de plenitud que de vez en cuando alcanzas. La poesía es una exploración continua de esa dualidad de la vida, del tránsito de la belleza al horror, de la plenitud al desconsuelo.

-El libro es también un diálogo con los desaparecidos. Los poemas El estuche azul o El poema que mi abuelo nunca escribió son particularmente emocionantes.

-Los muertos son lo que ya no existe, el pasado, el regreso a esos sitios en los que has estado antes pero que ya no son iguales. Lo que hago es una especie de visita imposible a los lugares y a las personas que ya no puedes volver a ver. Esos poemas de los que hablas están dedicados a mis abuelos. Para mí, las presencias familiares son muy importantes: gente que ya no está contigo, pero que gracias a la memoria puede seguir a tu lado.

-Dedica un texto a una niña que fue asesinada en su infancia. Eso demuestra que cualquier episodio, incluso un crimen, puede convertirse en materia poética.

-De hecho, yo escribí la solapa del libro [en la que se menciona que "Jordá cree que se puede hacer poesía con cualquier cosa" y se añade que al autor "le gustan los pájaros, el rock de los 60 y primeros 70, el valor, Irlanda, los westerns y el cielo de septiembre", entre otros elementos]. Aquél fue un hecho que me aterrorizó cuando era pequeño. Creo que fue un taxista; secuestró y violó y mató a una niña que tenía mi misma edad. Aquel episodio me dejó muy conmocionado, y después de 40 años cuento eso en un poema: esa mezcla de miedo y de desasosiego, pero también de curiosidad, una curiosidad inevitable.

-Su obra explora el valor de lo pequeño, como el de esa hoja de arce que fue "una estrella de mar que no vio el agua".

-Ese poema surgió de un paseo que di por Pau, una ciudad de Francia que me gusta mucho. Encontré allí las hojas de un tipo de arce que no se ve en el sur de España. Tenían un color cobrizo muy bonito, y sentí la fugacidad y, al mismo tiempo, la belleza de esa fugacidad. Si las cosas nos parecen hermosas es porque cambian y desaparecen. La belleza continua sería una pesadilla.

-Rivero Taravillo, encargado de la selección de los poemas y del prólogo, defiende que es de los pocos autores que habla de la paternidad en la poesía española.

-Bueno, éste es el centenario de Miguel Hernández, y si hay un poeta en España que ha tocado el tema es él. Pero fue en unas circunstancias particulares, trágicas, por la guerra y la muerte de su hijo mayor. Y creo que Leopoldo Panero también habla del gozo de la paternidad en su obra, aunque los hijos le salieran rana. A la Generación del 50 no le interesa el tema de la familia. Y del 27 sólo lo tocan Guillén y Salinas, grandes poetas, digamos, burgueses. No lo hacen, claro, Cernuda, Lorca, Aleixandre... Desde el Romanticismo, la poesía tiene una tendencia a la rebeldía, a ir contra las convenciones, y eso ya no es imprescindible. Ya nadie te obliga a un tipo de vida, eres tú el que la eliges.

-¿Cómo resumiría la década de creación que recoge Pero sucede?

-No creo que haya ninguna evolución: al haber sido escrita en un tiempo reducido no hay grandes cambios. Siempre he mezclado verso libre, endecasílabo... En todas las etapas he ido alternando.

-¿Y los inéditos que incluye la antología, van a formar parte pronto de un libro?

-Habrá un libro, pero todavía no lo tengo terminado, y hasta que no lo vea no lo publicaré. Pienso que ya se edita demasiada poesía. En realidad, se publica demasiado de todo.

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