Cultura

La pesadilla de Terry Gilliam

  • El rodaje de 'El hombre que mató a Don Quijote' sufre un nuevo retraso tras veinte años de infortunio para el director El proyecto cuenta con un nuevo productor y debía empezar el lunes

Terry Gilliam cumplirá 76 años el próximo 22 de noviembre. Con el cambio de década será octogenario. Sigue en la brecha, detrás de la cámara, pero hay un proyecto que se le resiste hace más de veinte años. Probablemente el que le ha obsesionado más en su carrera. Hace tiempo decía que sería lo último que haría pero ahora ya apunta que probablemente se irá a la tumba sin verlo en los cines.

El hombre que mató a Don Quijote, su particular visión de la universal obra cervantina, no termina de arrancar. Hace unos meses se anunció el reinicio de su rodaje, caótico e intermitente por la serie más amplia imaginable de calamitosas desdichas. Dan para un tomo propio en ese compedio recurrente en la industria cinematográfica de rodajes catastróficos. Pero la actividad esperada a partir del lunes de la próxima semana ha quedado de nuevo en suspenso (se espera sólo por unos días) debido a imprevistos, una vez más, ahora con su nuevo productor.

"Se suponía que iba a empezar a rodar el próximo lunes, pero se ha retrasado ligeramente. Tenía a un productor, un tipo portugués, que aseguró que tendría todo el dinero a tiempo. Así que todavía estamos sacándolo adelante", declaró en una entrevista en BBC Radio 2, recogida ayer por Europa Press.

"El proyecto no está muerto. Me moriré antes de que la película esté hecha", añadió. No hay optimismo que valga a estas alturas después de que se viera obligado a aparcar (abandonar) la película en 2000 por falta de presupuesto.

El "tipo portugués" al que se refiere Gilliam es el productor independiente Paulo Branco, con gran prestigio en el cine europeo. Es quien ha reflotado el proyecto y el que ha hecho posible que el director anunciara en la primavera pasada que volvería a su Quijote.

La película será una coproducción internacional con participación de la francesa Alfama Films, la española Tornasol Films de Gerardo Herrero y la portuguesa Leopardo Filmes. A éstas se suma este año el patronato oficial que programa los actos de conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Cervantes, un aporte más entre tanta necesidad.

Cuando Gilliam arrojó la toalla a finales de los 90, extasiado, sin blanca y con la moral a punto de suicidio, no le faltaban motivos. Su rodaje sufrió catástrofes meteorológicas, el ruido continuo de helicópteros sobrevolando las principales localizaciones y una larga enfermedad de su actor principal, su Alonso Quijano ideal, el francés Jean Rochefort, que anda ya por los 86 años y se ha visto obligado a sustituirlo.

Francis Ford Coppola pasó por algo parecido en los 70 con Apocalypse Now, aunque le cogió con los bolsillos llenos por el pelotazo de El Padrino y no pasó de los tres años de rodaje: acabó la película y la convirtió en una obra maestra insuperable.

Terry Gilliam no aspira a tanto y ya se conforma con que se convierta en su epílogo cinematográfico, felizmente (¿?) concluso. Porque lo que empezó siendo como una broma, mala broma, de los Monty Python, acabó superando la demencia de los personajes que pululan en sus Doce monos, Brazil, Miedo y asco en Las Vegas, El rey pescador o la más reciente El imaginario del Doctor Parnassus.

Los contratiempos de rodaje dieron para un documental, Perdidos en La Mancha, con Ewan McGregor y Robert Duvall, que es algo más que un testimonio de esa espiral de caos que no hubiera igualado el gafe de José Luis Ozores.

Para este nuevo intento, el único americano de los python tira ahora de reparto nuevo, con Adam Driver (Star Wars), Olga Kurylenko (007: Quantum of Solace) y Stellan Skarsgard (Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres), sin renunciar al gran Michael Palin, compañero de fatigas menos dolorosas desde los tiempos del Flying Circus.

Driver sustituye en el proyecto a Johnny Deep y Ewan McGregor, que llegaron a participar en sendos intentos de rodaje previos, víctimas del largo camino. Tampoco están Rochefort ni Robert Duvall, al que la detección de un cáncer le apartó del proyecto, provocando el enésimo parón por la huida de inversores ya comprometidos.

Terry Gilliam asegura que el guión ha variado poco estos años, manteniendo la mezcla de fantasía y realidad que acostumbra en sus historias, hasta niveles cercanos al paroxismo, y sin abandonar la autocrítica más extremista.

El protagonista es Toby, un publicista que de joven decidió hacer una adaptación cinematográfica de Don Quijote. En la trama, viajará hasta España para hacer un anuncio. Allí, una misteriosa gitana trata de encontrarlo a través de una vieja copia de la película que hizo cuando era estudiante. Toby decide visitar el pueblo donde rodó la cinta, y descubrirá cómo han sufrido el paso de los años sus protagonistas. Como el propio Gilliam y su equipo entre gigantes y molinos de viento.

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