Cultura

De personas contra fronteras

  • 'Verano 1993', ganadora de la Biznaga de Oro en el pasado Festival de Málaga, es la película escogida para representar a España en los Oscar

Laia Artigas, en una escena de 'Verano 1993'.

Laia Artigas, en una escena de 'Verano 1993'. / m. h.

Nada más emitir la Academia de Cine el anuncio de que Verano 1993 de Carla Simón será el filme que represente a España en la carrera al Oscar a la mejor película en habla no inglesa, las llamadas de atención sobre el hecho de que tal reconocimiento recayera en un largometraje rodado en catalán y titulado originalmente Estiu 1993, sólo un día después de la polémica aprobación de la ley del referéndum de Cataluña, cundieron ayer en los medios y corrillos más diversos. Pero su directora, Carla Simón, que firmó con este trabajo su espléndido debut, salió al paso ayer mismo sin andarse precisamente por las ramas: "El cine no tiene fronteras, una historia es una historia cuando tiene valores universales que llegan a la gente, y hoy igual que ayer debería ser normal que pasara una cosa así", afirmó, en declaraciones recogidas por Efe. Verano 1993 es, ciertamente, la segunda película rodada en catalán que la Academia de Cine escoge para lidiar en la arena de Hollywood como apuesta para la estatuilla dorada después de Pa negre, de Agustí Villaronga, que fue seleccionada con igual honor hace cinco años; y si el ambiente político en torno a la cuestión catalana es hoy bien distinto, seguramente el episodio vuelve a dar cuenta de las posibilidades del cine en cuanto a la normalización de cuestiones que el debate partidista y territorial es incapaz de asumir con serenidad. Precisamente, en su sencillez formal y desde la abultada sabiduría cinematográfica que atesora, Verano 1993 es una película que trata de personas, no de arquetipos. Parecía que las propuestas tipo Ocho apellidos vascos aspiraban a contribuir a esta normalización a base de humor, pero quizá resultaba más apropiado contar sin más, como apunta Simón, una buena historia, independientemente de la lengua empleada. Tan fácil, tan difícil.

La cuestión es que ahora será la Academia de Hollywood la que se pronuncie sobre la inclusión del filme en la terna definitiva de candidatas. La última producción española que logró colarse en la selección definitiva de nominaciones al Oscar a la mejor película en habla no inglesa terminó llevándose el premio a casa: ambos méritos correspondieron a Mar adentro de Alejandro Amenábar, a la que Hollywood dio el en 2004. Desde entonces, la sequía ha resultado notoria en una tendencia que la película de Carla Simón podría romper sin excesivas sorpresas, dada la acogida brindada en festivales como el de Berlín, donde ganó, entre otros premios, el que reconocía Verano 1993 como mejor ópera prima. El primer gran trampolín para el filme en España fue, eso sí, el Festival de Cine en Español de Málaga, que en su pasada edición concedió al mismo su Biznaga de Oro (para ser más exactos, una de las dos que el certamen ha empezado a entregar en la edición de este año, correspondientes respectivamente a la cinematografía española y a la latinoamericana, a tenor de una decisión no exenta de críticas y polémicas). De esta manera, la distinción al filme también viene a serlo en cierta medida al festival, que ve confirmada así su utilidad como escaparate del cine español contemporáneo a la hora de señalar títulos con sus Biznagas. Eso sí, Verano 1993 llegó a Málaga ya bendecida desde Berlín y su proyección en la sección a concurso, muy a pesar de la condición debutante de su directora, bastó para eclipsar a buena parte de las competidoras. No es la primera vez, por cierto, que una película reconocida en Málaga con la Biznaga de Oro termina siendo la escogida por la Academia de Cine para representar a España en los Oscar. 15 años y un día de Gracia Querejeta corrió la misma suerte hace cuatro años, aunque Hollywood cerró la puerta entonces. Es hora de esperar que el rumbo de Verano 1993 sea bien distinto.

A partir de una tremenda experiencia personal, Carla Simón narra en su película (protagonizada por Laia Artigas, Bruna Cusí y David Verdaguer) la historia de una niña de seis años que, tras la trágica muerte de su madre, es acogida por una familia adoptiva. La crítica ha elogiado sonoramente la obra, a la que ha comparado con títulos como Cría cuervos de Carlos Saura y El espíritu de la colmena de Víctor Erice, que Simón admite como referentes (además de otros como Jacques Doillon, Lucrecia Martel y Claire Denis), por su acierto a la hora de recrear el mundo infantil en un trance traumático y el delicado equilibrio con el que la realizadora construye sus personajes. En una entrevista concedida hace un par de meses a Málaga Hoy, Carla Simón afirmaba lo siguiente: "Es posible hacer un cine de autor y contar con el respaldo del público, o de cierto público. Para mí es muy importante tratar al público como a personas inteligentes. No pienso renunciar a ello. Me niego a darlo todo masticado, quiero mover a la reflexión, ir más allá. No me gusta ser explícita ni contarlo todo". Aquí está, seguramente, el cine español que pedían muchos. La lengua es lo de menos.

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