Cultura

La personalidad de Inés Bacán embruja al Cante Grande

  • La cantaora lebrijana ofrece un recital profundo e intimista en la peña algecireña dentro del II Mayo Flamenco

Inés Bacán, en la Sociedad del Cante Grande de Algeciras.

Inés Bacán, en la Sociedad del Cante Grande de Algeciras. / fotografías: jorge del águila

¿cómo puede tenerse la capacidad de trasladar a un público a la intimidad flamenca y auténtica de un patio de Lebrija desde una noche de Algeciras? Realmente es posible hacerlo. La cantaora Inés Bacán, esa gran dama de lo jondo que emociona de gitanería con su sola presencia, lo logró en la Sociedad del Cante Grande en un recital muy especial incluido en la programación del II Mayo Flamenco del Campo de Gibraltar.

Bacán está sobre el escenario con la naturalidad y sencillez de quien parece que no hubiese tomado la decisión de sacar su arte y cante del recinto recogido y limitado de la propia casa. Y eso que de esa determinación hace ya más de veinte años largos. Su recital fue de menos a más. Resultó lo propio de una intérprete de las que ya no hay, a la que su propia ejecutoria va haciendo crecer a medida que pasan los minutos hasta que acaba por llevarla prácticamente en volandas. Inés Bacán no tiene una voz virtuosa. Pero es una cantaora tan genuina, flamenca y expresa tan bien el dolor y la esencia de esta música que no le hace falta nada más.

Personalidad, en una palabra. Formas y maneras que, en definitiva, son. Ni se compran ni se venden. "Qué feliz tiene que ser quien te cuente los lunares hablándote de querer", dijo por tientos Bacán, perteneciente a una familia de los Peña que es, ni más ni menos, que una de las sagas más importantes en la historia del flamenco y lleva el sello imborrable de Lebrija y Utrera.

Gustaron mucho las cantiñas con las que cerró la primera parte de su intervención, en la que había sido magistralmente presentada por el periodista Alejandro Domínguez. Hacía mucho tiempo que en la Sociedad del Cante Grande de Algeciras no se escuchaba una nana flamenca. Inés Bacán imprimió a la suya un sello de dulzura y profundidad inigualable, con el que terminó de meterse al público en el bolsillo.

Ella, con solo ser y estar, con cantar como lo hace ya tiene en su mano la posibilidad real de hipnotizar al respetable y transmitirle que el flamenco es algo sagrado para los gitanos de la Baja Andalucía y quienes, sin serlo, admiran todo su ritual al completo de misterio y embrujo. Así es Inés Bacán, quien demostró igualmente su largura por fandangos y seguiriyas. Su noche se cerró por bulerías, por las que solo se adentra cuando se encuentra a gusto y no como prerrogativa ni obligatoriedad. Seguramente percibió el respeto y la admiración, que se cortaban con cuchillo, de un público admirado.

Las cantó como es ella, con la calma y diferencia de quien quizá ni calcule hasta qué punto es única y distinta a todos los demás.

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