Cultura

Las peripecias de un violín cantaor

Paco Montalvo, ante una imagen de Paco de Lucía anoche en el parque María Cristina.

Paco Montalvo, ante una imagen de Paco de Lucía anoche en el parque María Cristina. / erasmo fenoy

Se ha convertido en un fenómeno de masas en redes sociales. Su violín no deja indiferente a nadie y tiene la sensibilidad de los grandes, ese duende del que hablan los flamencos en los momentos cumbres de la transmisión. Lo tiene, pero además no le cuesta sacarlo, o, mejor dicho, al público no le cuesta encontrarlo. Su desparpajo es el camino al éxito ya que hace caminar al respetable por la memoria sonora de la cultura musical del país, por eso conecta pronto con el mismo.

Paco Montalvo, violinista flamenco, fue el protagonista de la tercera noche del V Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucía. No ha sido la primera vez que este instrumento ha tenido presencia en la muestra, ya lo antecedió Ara Malikian en otra noche triunfal.

Una gran pantalla nos daba la bienvenida y, entre que empezaba la presentación, podíamos disfrutar de imágenes y vídeos del maestro en un recuerdo entrañable de sus entrevistas, vivencias personales, fotografías familiares y actuaciones. Tales elementos tecnológicos no hicieron sino invitarnos al recogimiento ante una figura que sigue estando presente en los comentarios de sus vecinos, y eso es algo por lo que la organización debe sentirse orgullosa. "Me llena de alegría estar en este escenario, desde pequeño Paco de Lucía me ha marcado y estar esta noche aquí es algo increíble", afirmaba Montalvo.

En referencia a la actuación no hay más que quitarse el sombrero con este joven y talentoso músico que ha sabido construir un espectáculo flamenco cuyo protagonismo no es otro que el sonido del violín. No es que haya sido el pionero en hacerlo sonar en tono flamenco, pero sí puede llevarse el honor de haberle dado total importancia de principio a fin, es decir, el violín no es una excusa para florear el resultado, es más bien la causa de todo lo que nace de las tablas. Se hizo acompañar de un grupo de músicos compuesto por guitarra, bajo, percusión y palmas que conjugaron al ritmo del ambiente que el joven cordobés iba creando.

No hay mejor manera de reivindicar su esencia flamenca que por bulerías. Comenzó con el título Oriental a compás vertiginoso, con la dulzura de los bajos y la vehemencia de los agudos. Es eléctrico a la par que sensible. Es tal el concepto de universalidad que admite su discurso musical que, sin moverse del flamenco, viaja hasta el otro lado del océano en la interpretación de las guajiras. En el arte jondo este estilo está enmarcado en esa familia de los conocidos como cantes de Ida y vuelta, nacidos de las relaciones interculturales entre España y Sudamérica. En este grupo están otros cantes como las colombianas, la milonga o la rumba. Volvamos a la actuación de Paco.

Recurre a títulos del disco Corazón flamenco que tanto bueno le ha dado como Granada, llevándonos a modo de paseo por la ciudad de la Alhambra, o los boleros Corazón loco y Lágrimas Negras. Al violín el faltó cantar, aunque lo pareció. Hace un guiño a su Córdoba natal, a su infancia y a "mi abuela" con El Vito, momento en el que aprovechó la bailaora de su tierra, Marta Guillén, para dar rienda suelta al toque de castañuelas con movimientos estilizados que nos recordó el paisaje que dibujara Julio Romero de Torres. Sigue acordándose Paco con Panaderos Flamencos, en busca de la tradición musical española, con ritmo y buenas vibraciones. Paco transmite buena sintonía, el buen rollo del que hablan los de su (nuestra) edad. Se trata del violinista más joven del siglo XXI que ha debutado en la sala principal del Carnegie Hall de Nueva York, un mérito a resaltar.

Suena La Tarara y el público no puede evitar tararear la popular canción que en Jerez convirtieron en villancico, y se sumerge por grandes títulos que el pueblo tomó como banda sonora de su vida. Cuenta con una precisión técnica propia de un veterano, que al mezclarse con la frescura de su estilo nos embauca sin compasión para hacer de nuestro ser una marioneta que se mueve al son de sus cuerdas. Y de Granada, donde ya nos llevó, nos acercó a Sevilla y a La Barrosa, a compás de alegrías. Muy celebrada fue La historia de un amor, y palmas por tangos del público con Rosa María.

Como colofón a tan digno concierto nos montó en su barca de recuerdos para hacernos emocionar con Entre dos aguas, buque insignia del maestro que ejecutó con dignidad y respeto, una rumba que ya debería ser el himno eterno de Algeciras. Larga vida a un gran artista cordobés.

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