Cultura

El cine negro hace justicia a Lawrence Block

Acción, crimen, EEUU, 2014, 113 min. Dirección: Scott Frank. Guion: Scott Frank (novela: Lawrence Block). Fotografía: Mihai Malaimare Jr. Música: Carlos Rafael Rivera. Intérpretes: Liam Neeson, Dan Stevens, Marina Squerciati, Sebastian Roché, Boyd Holbrook, Stephanie Andujar, David Harbour, Briana Marin, Toshiko Onizawa, Purva Bedi, Maurice Compte, Patrick McDade, Luciano Acuna Jr., Hans Marrero, Laura Birn.

Scott Frank tenía un larga carrera como guionista de series televisivas (Hospital General, Melrose Place, Diagnóstico asesinato) y de películas realizadas por directores de prestigio como Branagh (Morir todavía), Jodie Foster (Little Man Tate), Becker (Malice), Soderbergh (Out of Sight), Spielberg (Minority Report) o Pollack (La intérprete). Posiblemente esta experiencia le valió debutar como director tan tardía (47 años) como seguramente con The Lookout y tomarse su tiempo para volver a rodar siete años después esta otra película negra que insiste en utilizar el género como un espacio dramático en el que caracteres erosionados y llevados al límite por un accidente o una concatenación de desgracias han de volver a actuar por un primario sentido de la justicia o, simplemente, para sobrevivir. En The Lookout un deportista destrozado por un accidente que sobrevive como modesto empleado de un banco ha de enfrentarse a unos atracadores. En Caminando entre las tumbas un amargado ex policía y ex alcohólico, al aceptar por dinero investigar el sádico asesinato de la mujer de un narcotraficante, ha de enfrentarse a unos asesinos en serie.

Buen conocedor de la literatura negra, adaptador de varios relatos de Elmore Leonard, Frank escoge una novela del gran Lawrence Block perteneciente al ciclo protagonizado por el detective Matt Scuder, de las que la célebre Ocho millones de maneras de morir fue llevada hace años al cine con mediocre resultado, pese a estar escrita por Oliver Stone, interpretada por Jeff Bridges y dirigida por Hal Ashby. En esta ocasión Liam Neeson hace justicia al personaje de Block y Frank capta mucho mejor la atmósfera de la novela, como guionista y director, al crear un universo desolado sólo habitado por la carencia de piedad y la brutalidad, sobre el que emerge la figura patética de Neeson en una de sus mejores interpretaciones como un amargo coloso herido como única posibilidad de redención y justicia.

Esta historia llena de rabia, crueldad y desesperación está fotografiada por Mihai Malaimare Jr. -responsable de la extraordinaria fotografía de The Master de Paul Thomas Anderson- con una maestría capaz de crear un clima trágico con una utilización de la luz que parte de los clichés del cine negro -lluvia, cristales mojados, neón, desolación urbana- para recrearlos en vez de someterse a ellos plagiándolos, como hace tanta empachosa película de las llamadas neonoir que se disfraza de cine negro. Aquí no hay disfraces. La trágica fotografía se corresponde con una rotunda definición de los planos -afortunadamente también alejados del histerismo de cámara propio del seudo realismo actual- lográndose así una severa, contundente y precisa puesta en imágenes de un guión que funciona como un mecanismo de relojería. Se nota la larga experiencia de Scott Frank como guionista y su familiaridad con la mejor tradición de la novela negra. Lo sorprendente es su capacidad, dada su corta filmografía como director, para la robusta definición de los planos. El horror se sugiere, se oye, se entrevé… por lo que es más sobrecogedor. Estamos también lejos del regodeo facilón en lo sangriento.

Esta muy buena película de puro cine negro -de las más serias y rigurosas del género que he visto últimamente- crecerá con el tiempo, estoy seguro. Se agradece que el excelente compositor cubano-norteamericano Carlos Rafael Rivera haga, supongo que con la complicidad del director, un sutil homenaje a Bernard Herrmann.

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