Cultura

Un monumento al buen gusto

  • Gran tarde de toros con un extraordinario José María Manzanares, con tres orejas, y Miguel Ángel Perera, cuatro, que salieron a hombros de la plaza, llena como siempre y taurina como pocas veces

Lo de José María Manzanares en la edición 52 de la tradicional corrida goyesca, cabe calificarlo como un auténtico monumento al buen gusto. El joven espada en sus dos toros, ha hecho un derroche de naturalidad y de buen hacer. Las dos verónicas y el remate de la media con las que recibió al segundo de la tarde, fueron literalmente primorosas. El toro no metía mal la cara, pero estaba muy justo de fuerzas. José María consiguió, primero, mantenerlo en pie para luego bordar el toreo con la mano derecha. Con la mano izquierda, la faena bajó porque ni el diestro le cogió la distancia al toro, ni éste embestía igual y además, protestaba. La res, la más encastada del encierro, hubiera sido otra de haber tenido más fuerza. El quinto, más terciado, limitado asimismo de fuerza, estaba flaco y a la salida del caballo clavó los pitones en la arena. El peor de los defectos al decir el toreo y la mayor de las virtudes, por más que parezca un contrasentido, es codillear y José María, gustándose hasta codilleó una miajita al hacer las suertes. En medio de la faena se quedó sin toro, pese a lo cual, siguió diciendo los muletazos con un buen gusto inenarrable. ¡Eso es torear! Levantó al toro y lo hizo mejor, hasta propiciar una vuelta al ruedo para el animal, producto del desconocimiento supino de la Presidencia.

Encabezaba la terna Francisco Rivera Ordóñez, al que la mala suerte le ha perseguido incluso mas allá del sorteo, porque el sobrero que pidió y mató en séptimo lugar, tampoco fue propicio para el lucimiento. Lanceó con gusto al toro que abría plaza y luego lo banderilleó con limpieza. El animal se partió la mano derecha y, en consecuencia, se paró y se defendió, imposibilitando la faena. Al cuarto, en el que Francisco acertó a banderillear al sesgo como pedía el manso -tal fue la condición de la res- no pudo tampoco ni intentar la faena porque el de Domingo Hernández buscó claramente las tablas. Dicho quedó que el toro que cerró el sexteto tampoco ayudó a su matador. Rivera Ordóñez se mostró muy decidido a pesar de que el toro se paró y se defendía calamocheando. El espada estuvo muy por encima de las condiciones de la res.

El tercero de la tarde puso en dificultades a Miguel Ángel Perera en el quite, pese a lo cual, el extremeño se quedó muy quieto. La faena comenzó con ayudados por alto, más limpios por el pitón izquierdo, porque por el derecho, la res se cernía. Luego con la mano diestra, el espada exprimió la embestida que, prácticamente, se inventó y en su haber hay que apuntar un extraordinario pase de pecho para rematar una magnífica serie con la mano derecha. Muy por encima del toro y como último recurso, optó por montarse literalmente encima de él. Faena que fue un derroche de valor y de dominio. El sexto, cuya muerte brindó Perera a José Maria Manzanares padre, tenía media arrancada y había saltado a la arena haciendo descaradamente cosas de manso, pese a lo cual, el diestro de Badajoz, lo llevó por abajo prolongando la embestida y aceptando el toma y daca sin enmendarse. De nuevo y siempre afloró el valor de muchos quilates y el dominio. El toro tenía media arrancada y no se empleaba pero los naturales surgieron con buen trazo ligados con el de pecho; dando fin a la faena con otro arrimón. La res, totalmente dominada, terminó en las tablas.

La tradicional corrida goyesca ha aportado este año -en el que como es sabido faltó Cayetano, lesionado en Palencia- la calidad de difícil descripción de José María Manzanares y el valor y el poder de Perera en un momento excelente.

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