Cultura

Las miradas que cuentan

  • El irlandés Colum McCann reúne en su último volumen una 'nouvelle' y tres relatos largos, piezas todas emocionantes y de excelente vuelo literario

El último libro de Colum McCann reúne una novela corta, de unas 150 páginas, y tres relatos cortos, en torno a la treintena. La novela corta, que da título al libro, parece inspirada en un célebre poema de Wallace Stevens, Trece formas de mirar a un mirlo, y en cada uno de sus trece capítulos lleva como epígrafe sendas citas del mismo. Cuenta la historia del final accidentado de un viejo fiscal que ha ejercido en Nueva York. Con una construcción magistral da voz a la quebrada conciencia del fiscal que se acerca a pasos acelerados a la muerte, mientras nos cuenta retazos, fogonazos de su historia personal, y se narran, desde una tercera persona que se acopla a la primera del viejo fiscal con naturalidad, las últimas horas de su vida. Asistimos a su costoso acicalamiento para almorzar en un restaurante de la nevada Nueva York invernal con el hijo que apenas le presta atención y al repaso -en el único refugio que la intemperie de la vejez parece reservar a esa última edad: la memoria- de lo que ha sido su vida, desde sus lejanos orígenes judíos letones, pasando por su feliz matrimonio junto a la esposa que ya murió, a su larga carrera de fiscal, con sus claudicaciones, sus peajes, y a la extrañeza frente a su hijo, abstraído en sus problemas laborales, y a su hija, cooperante en un lejano país. La historia, contada con una sabiduría narrativa sólo al alcance de un magnífico escritor (la traducción debe de estar a la altura del original, porque suena magníficamente y hay instantes de rara belleza), va dejando interesantes reflexiones sobre los engaños de la memoria, la maleabilidad del tiempo y otros asuntos. Su resolución, pues el viejo finalmente muere al salir del restaurante, a consecuencia del puñetazo que le propina, al parecer, uno de sus trabajadores, quizá sea lo menos convincente. Una historia así no necesita ni crimen ni criminal, sobrevive sin necesidad de esos ganchos para lectores desganados.

Dos de los tres relatos restantes son excelentes. En Shjol se cuenta la historia de una madre, traductora del hebreo, que vive con su hijo adolescente, sordo, retraído, en una zona de la costa británica, y que durante más de un día cree que lo ha perdido. El hijo, adoptado, tiene problemas de adaptación. Sólo le gusta bucear. La madre le regala un traje de buceo y una mañana el chaval desaparece. La madre sale en su busca, casi está a punto de morir ahogada en ese empeño. La situación la supera. Con la policía y su ex marido también aparecen los medios de comunicación, siempre dispuestos a sacar partido de la tragedia. Durante algo más de un día la mujer siente la shjol, palabra hebrea que sólo tiene equivalente en los idiomas árabe y sánscrito. En ningún otro idioma existe una palabra que denomine el estado de los padres que han perdido a un hijo. Sólo en esos tres. McCann narra con verosimilitud y contención la angustiosa situación de esa madre, cuya shjol finalmente es temporal, porque el chaval aparece, y aunque probablemente nunca sepa qué hizo, qué le pasó durante las horas en que se quedó "huérfana de hijo", como dice un inolvidable verso de Rosales, lo importante es que vuelve a estar con ella.

En Tratado una monja ya mayor cree reconocer en unas imágenes de televisión al guerrillero colombiano que la violó y dejó marcada en un pecho cuando fue raptada 37 años atrás. El hombre aparece ahora como negociador para firmar un tratado de paz, en Londres, entre el gobierno y la guerrilla de su país. La monja sufre un shock cuando lo ve, duda sobre su identidad y se plantea, desde el fondo misericordioso que le confiere su fe cristiana, si es posible que alguien que cometió semejantes atrocidades pueda ser un hombre de paz. La duda la corroe y también el ansia por verificar que es él, que sigue siendo quien fue. Toma un avión y se planta en Londres y se va a buscarlo. El encuentro, a las puertas del lugar de celebración de la conferencia de paz, es tenso, emocionante y clarificador para la atormentada monja. Literariamente, soberbio.

En 2014 Colum McCann fue noqueado por el marido de una señora a la que éste estaba agrediendo y en cuya defensa acudió. Tuvo que ser hospitalizado. Cuando acaeció este suceso estaba inmerso en la redacción de este libro. Lo cuenta en una nota final, quizá advirtiendo de los peligros de la ficción, pues el puñetazo que recibe el fiscal de la novela corta lo relató antes de recibir el suyo. En ninguno de los textos de este libro McCann cuenta lo que le sucedió. Ni siquiera reflexiona ficticiamente sobre ello. Por eso sorprende que la editorial lo cuente a las primeras de cambio en la contraportada y que ilustre la portada con un puño cerrado (a diferencia de la edición original). Que McCann sea un ciudadano ejemplar, un héroe incluso, es admirable, pero no lo vuelve mejor escritor. Este libro es excelente, porque literariamente lo es. Y por eso es recomendable leerlo, no requiere de ninguna otra ayuda ajena para su venta.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios