Cultura

Un libro donde (casi) cabe una vida

  • Miguel Ríos presenta en Sevilla 'Cosas que siempre quise contarte', las recién publicadas memorias de sus cinco décadas de trayectoria en el mundo de la música

Retirado ya (relativamente) de los escenarios, Miguel Ríos pensaba que "lo había hecho casi todo, hasta montar en globo", y de repente se vio metido de lleno en algo en lo que "no era más que un principiante". Acostumbrado al "corsé" de las canciones, el "local hero del rock & roll" -como lo definió el director del Centro Andaluz de las Letras, Juan José Téllez- no se había probado nunca a sí mismo en la escritura "en largo", y tras un jugoso anticipo de la editorial Planeta y algo más de un año de trabajo diario el resultado es Cosas que siempre quise contarte, unas memorias en las que el músico granadino evoca, cerca de alcanzar los 70 años, los amores y los desamores, los triunfos y los batacazos que marcaron sus cinco décadas en el mundo de la música.

"En principio, es un libro destinado a la gente que me ha seguido durante todo este tiempo, a quienes de alguna manera se sienten involucrados sentimentalmente conmigo, pero también, por qué no, puede interesar al público general", explicó ayer el cantante horas antes de presentar su libro en la Biblioteca Pública Infanta Elena junto a Mercedes de Pablos en un encuentro con sus seguidores. "Los cantantes tenemos unas vidas muy emocionales y somos muy prima donnas", dijo Ríos, que adoptó un tono de relajada camaradería y de distancia irónica respecto a sus propios impulsos vanidosos, juveniles o no.

El libro recorre el amplio arco que se abrió en su ciudad natal, donde el cantante, el menor de una familia numerosa, fue criado por su madre y sus cinco hermanas tras la muerte temprana de su padre, y donde consiguió su primer contrato a los 10 años -tres pesetas por cantar Granada en la radio-, y que más o menos se cerró -porque en realidad fue más bien el inicio de una nueva etapa desde una "retaguardia activa"- hace dos años en el Auditorio de la Cartuja, donde unas 30.000 personas asistieron a sus dos últimos conciertos a lo grande en España. "Y cuidado, que 30.000 personas no las mete cualquiera, eh", (medio) bromeó el cantante tras hablar de algunas de sus experiencias menos gratificantes.

"Los reveses vienen bien después de todo. Yo creo que los llevé bien. Es verdad -dijo- que cuando tienes un éxito como el de Rock & Ríos, o como el del Himno a la alegría, eso genera tal energía que en cierto modo anula prácticamente todas las canciones que vienen después. En parte por eso, yo me he inventado muchas cosas, me metí en aventuras que tenían que ver con mi crecimiento como artista: la gira con big band, la de Rock en el ruedo con el escenario en el centro, que eso entonces no lo hacía nadie, y metimos aquellos hologramas... He hecho cosas interesantes, aunque siempre acababa palmando porque el dinero se lo llevaba el tío de la máquina de hacer hologramas. Al final lo que quería era que la gente dijera: este tío es la hostia. Eso es lo que he intentado siempre al subir al escenario. Si no, para qué...".

Eso justamente consiguió después de viajar a Madrid con 17 años, "sin saber si iba a poder comer al día siguiente", y el antiguo crío tímido pero osado se transformó en un joven entregado al bucolismo hippie y que se encuentra con sus primeros éxitos, como El río o Vuelvo a Granada. Nunca creyó, dijo, que fuera realmente posible "instaurar el rock como expresión con carta de naturaleza en España", entre otras cosas porque "siempre ha habido músicas muy potentes que han luchado para que no pasara eso", dijo sin especificar a qué se refería. A él, en todo caso, no le fue mal. En los 70, en los que pasó un mes en prisión -"por una cosa tan ridícula como fumar un porro: qué asco..."- llegó el Miguel Ríos políticamente comprometido, y desde entonces hasta ahora, con El rock de la cárcel, La huerta atómica, El blues del autobús o El año del cometa, fue adquiriendo el reconocimiento institucional y la reputación de rockero de toda una generación.

"Pero yo soy un deudor de los músicos", dijo Ríos, que quiso reconocer la ayuda que le prestaron tantos instrumentistas: "Yo empecé con dos cuerdas vocales que emitían algo de emoción, pero eran los músicos, y habré tocado con mil tíos, los que la mejoraban. Los cantantes somos un poco los capitalistas de la música: nos llevamos la fama y la plusvalía". De economía acabó hablando, más allá de esa Ley de Propiedad Intelectual que prepara el Gobierno y que, según alertó, "acabará con la cultura". "Lo veo todo tan... iba a decir mal, pero es algo aún peor: tan diseñado para que sea así, que da pavor", aseguró sobre el presente, no sólo de la cultura: "Aquí se le dio la mayoría absoluta a un partido y con esa mayoría absoluta se han dedicado a acabar con el paradigma de los últimos 30-40 años. Y ahora qué: ¿tenemos que volver a la casilla de salida? Estas cosas hay que decirlas con claridad porque así es".

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