Cultura

Un hijo de su tiempo

  • El doctor en Bellas Artes José María Bonachera firma un brillante ensayo en torno al mairenismo que ha publicado el sello Renacimiento

La tesis de esta obra, según creo, es que el mairenismo no es sino un objeto artístico. La teoría con la que Antonio Mairena se presentó como adalid del "cante gitano-andaluz", en su propia expresión, e incluso este mismo concepto, no son sino una obra de arte, según José María Bonachera.

Una obra de arte que incluye una "autobiografía épica", en palabras del autor. El error de bulto que cometen quienes analizamos la obra de Mairena, tanto los que se sitúan a favor como en contra del mairenismo, es según Bonachera confundir esta obra de arte con una auténtica teoría o con una auténtica doctrina o una auténtica ideología. Es decir, que Antonio Mairena creó un personaje mítico. Y creó una historia mítica, llena de personajes míticos, de jerarquías estilísticas míticas e, incluso, estilos míticos que nada tienen que ver con la realidad histórica. O muy poco que ver. El error de los que interpretamos a Mairena, según Bonachera, es confundir este mito con un discurso teórico, ideológico o doctrinal.

Lo cierto es que todo artista flamenco, todo artista, todo ser humano, se crea un personaje a partir de sus recuerdos y olvidos, de la realidad y el deseo, de lo público y lo privado, de la visión frente al espejo y de la ceguera también. En todo caso Mairena jamás entendió su obra ensayística y divulgativa como obra de arte. De hecho, presenta su ensayo más emblemático, el que firma con Ricardo Molina, como "investigación histórica y estilística" basada, según afirman, en "la única fuente de información seria, la oral". Investigación, información seria..., esas eran las intenciones de Mairena, expresadas por Mairena.

Todo lo que vaya más allá de eso, como el pasar por alto estas declaraciones e interpretar que el resultado de la actividad ensayística de Mairena es otro muy distinto, que es lo que hace Bonachera, es materia de opinión, especulación. Y hasta de imaginación. El problema es otro. El problema es, como muy acertadamente lo define el autor del libro, "un adefesio ideológico en el que ya es imposible reconocer el verdadero tuétano artístico que un día dio lugar a lo mairenista y que hoy yace bajo un indigno túmulo de ignorancia, intereses y rencor", y que prácticamente nos impide utilizar el nombre de Mairena. Pero ese "tuétano artístico" no es otra cosa que la fenomenal obra musical de Antonio Mairena.

Respecto a sus ensayos y memorias, no me cabe duda de que el cantaor escribía, con la mejor intención, con pretensión de verdad. La pretensión de verdad que reclama toda teoría, toda ideología o toda doctrina. No con la apelación a la emoción que preside el discurso artístico. Mairena, como todo investigador, era hijo de su tiempo, de sus recursos, de sus limitaciones.

Apuntó en la senda de la historiografía flamenca, y esa fue una enorme contribución. Cultivó un cisma étnico en el flamenco que era el vivo reflejo del cisma social que se daba por entonces en la sociedad española, mundial, dividida entre vencedores y vencidos, más que en la realidad concreta histórica de los gitanos, de posguerra o de cualquier otro tiempo, y eso fue lamentable. Pero este cisma es hijo de su tiempo, como digo, y obedece a tantos otros cismas que entonces se daban en España, en cada contexto social, en cada pueblo, en cada casa. Y aunque Bonachera afirma que es tan ingenuo combatir como abrazar esta visión de lo jondo, lo cierto es que dicha visión tiene un enorme predicamento aún. Dentro y fuera de España. Quizá más aún fuera. Porque esta visión, en el fondo, también venía marcada por la situación mundial de la posguerra en la que cundía el miedo al otro, al rojo, al negro, al blanco, al judío, al hispano, al amarillo. Y el arte empezó a ser WASP, de negros, de rojos, de amarillos. De gitanos. De castellanos, catalanes, vascos y andaluces.

El problema es que hoy prácticamente no se puede hablar de la obra musical y ensayística de Antonio Mairena. Y eso es lamentable porque la afición de todo el mundo debe conocer la contribución musical de uno de los grandes cantaores de todos los tiempos, que, entre otros méritos, destaca por ser el intérprete que mayor número de melodías por seguiriyas y soleares interpretó y registró. Y eso es un patrimonio de todos.

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