Cultura

"Los héroes anónimos son los que hacen que progrese la sociedad"

  • La nueva novela de Mario Vargas Llosa, la primera tras recibir el Nobel, sale hoy a la venta

Recibir el Nobel de Literatura puede pesar como una losa, pues para muchos es la coronación de una carrera que se da por finiquitada. Pero Mario Vargas Llosa lo dejó claro: "No me voy a dejar enterrar por este premio", declaró entonces. Tres años después, regresa con una nueva novela, y lo hace volviendo a sus más profundos orígenes. Y es que El héroe discreto, que ayer presentó en la madrileña Casa de América y hoy aterrizará en las librerías, es un libro de retornos, de reencuentros. Después de varias novelas centradas en personajes históricos, desde La Fiesta del Chivo a El sueño del celta, el escritor peruano vuelve a las historias de la Piura de su adolescencia, recuperando a entrañables personajes que forman ya parte de su universo literario.

"Me pasa una cosa curiosa con mis propios personajes: algunos casi desaparecen, pero otros se quedan muy presentes y cuando vuelvo a escribir comparecen como diciendo yo no fui suficientemente aprovechado para esa historia. Por eso algunos me vuelven", explicó en una abarrotada rueda de prensa. Así, en El héroe discreto regresan viejos conocidos como el sargento Lituma y los inconquistables o don Rigoberto, doña Lucrecia y Fonchito, pero en un Perú muy diferente.

"Perú ha vivido un proceso de desarrollo muy notable desde la caída de Fujimori (en noviembre del año 2000)", afirmó el autor, de 77 años. A su juicio, esto se debe a que en ese tiempo "hubo un consenso muy amplio para mantener la democracia", y a una novedad: una política económica de apertura, de fomento de la inversión, de defensa de la empresa privada. Eso propició un crecimiento de las clases medias y la aparición de empresarios exitosos de origen muy humilde, afirmó.

El escritor, que pasó de abrazar la ideología de izquierdas a declararse abiertamente liberal, sostiene que pese a los muchos problemas que aún arrastra el Perú actual, el país está "bien orientado". Pero el desarrollo también tiene su lado oscuro, y entre las consecuencias negativas de esta nueva bonanza están el aumento de la delincuencia y la presencia de mafias urbanas, dos temas que aborda en su novela. Y todo ello "es fuente y consecuencia de la corrupción, que es el gran problema de América Latina."

Vargas Llosa se reencuentra así con esa polvorienta ciudad que era la Piura de sus recuerdos, y que ahora casi no reconoce: en lugar del desierto había fincas y plantaciones, y por las calles se erguían nuevos edificios y hoteles. "Me impresionó mucho", confesó. Y es en esa pujante Piura, tan alejada de la que plasmó en su obra teatral La Chunga, en la que enmarca a sus héroes anónimos, esos que quizá no se vean nunca recompensados, "pero que probablemente son los que hacen que progrese la sociedad". De nuevo con un cruce de historias, El héroe discreto narra las vidas paralelas de dos personajes: el pequeño empresario Felícito Yanaqué, que se niega a aceptar el chantaje al que lo someten las mafias, e Ismael Carrera, un exitoso hombre de negocios que planea vengarse de sus holgazanes hijos, quienes quisieron verlo muerto. Ambos son, a su manera, rebeldes que plantan cara a su suerte y se aferran con todas sus fuerzas a unos ideales en medio de un entorno hostil.

La novela entronca así con otro de los grandes temas vargasllosianos: la lucha de las personas por vivir de acuerdo a sus convicciones y la exploración de los dilemas humanos. Y lo hace reflejando esa "necesidad" del escritor de entretejer varias historias, convirtiendo sus novelas en un pequeño laberinto. Por eso, contó, siempre le resulta más difícil terminar una novela que empezarla, porque sabe que si siguiera sus múltiples cabos no acabaría de rematarla nucla.

Dedicada a su fallecido amigo y ex político Javier Silva Ruete, que fue ministro de Economía y Finanzas en tres gobiernos distintos, El héroe discreto deja claro que a Vargas Llosa le quedan muchas historias por contar. "Desde hace tiempo repito eso de que me gustaría morirme escribiendo", declaró el también ganador del Príncipe de Asturias y el Cervantes. Por eso, pese a los años, intenta vivir como si fuera inmortal. "La vida es vivir hasta el final, no hay que dejarse morir en vida".

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