christoph niemann. ilustrador

"Lo que hago es muy parecido a un truco de feria"

  • El dibujante y diseñador, referente de la ilustración a nivel mundial, ha pasado unos días en la costa gaditana. "Siempre hay algo reconfortante en afrontar un problema nuevo"

Niemann, trabajando en su estudio.

Niemann, trabajando en su estudio. / Gene Glover

No hace mucho, un estudio elaborado por uno centro de investigación japonés llegaba a la conclusión de que las personas neuróticas son más proclives a ver caras en objetos. Esto es, a humanizar lo inanimado. Por supuesto, la forma correcta que tenemos los implicados de responder a esa acusación es: o.O

No sabemos si Christoph Niemann (Waiblingen, 1970) podría calificarse de neurótico. Teniendo en cuenta su afán por humanizar cosas y ver más allá de lo evidente, merecería la corona absoluta. Niemann ha trabajado como ilustrador para publicaciones como The New Yorker, Atlantic Monthly o The NYT Magazine, con una obra de ideas depuradas, en la que ha demostrado una gran capacidad para la abstracción, el juego de opuestos y las emociones encontradas. La obra de Niemann nos recuerda que hay otra manera de mirar la realidad, que se puede jugar constantemente con lo que tenemos alrededor. Que la mente, por mucho que nos digan, tiene mucho de músculo. Quien no lo conozca, puede indagar en la serie de portadas que ha realizado para The New Yorker -quizá la más famosa, la que elaboró tras el accidente de Fukushima-. O la colección de guiños que ha recopilado en Sunday Sketches y Abstract Sunday -creaciones y ocurrencias varias: bailarinas hechas con brochas, mosquitos con cables de auriculares o sus confesiones de café adicto: serie hecha con manchas de café en servilletas-. O su Petting Zoo: una aplicación que supone, realmente, la era 4.0 del prehistórico Telesketch. Cualquiera que sienta curiosidad, puede asomarse, en fin, a su página (christophniemann.com) o a su cuenta de Instagram (@abstractsunday).

De entre todos los rincones del mundo, Christoph Niemann ha pasado unos días de vacaciones en la costa gaditana, con su familia. Como la mayor parte de los dibujantes profesionales, no ha soltado el lápiz. O el pincel. O la maldita tableta gráfica. Ha ido dibujando los paseos de un viaje que ha incluido también una escapada a Córdoba. "Evidentemente, no he estado en todas las playas del mundo pero sí en unas cuentas, y creo que las de Cádiz son las más bonitas que conozco. Cádiz en sí tiene una mezcla única de ciudad y océano que es muy difícil de encontrar", cuenta.

Si yo fuera Christoph Niemann, no tendría ninguna necesidad de atender a un medio local del sitio en el que veraneo. "Sí, es un buen momento. Les he puesto un juego a los niños..."

Ya lleva doce años en Berlín, de vuelta en Europa, pero su trabajo sigue asociándose -por estilo, espíritu y referentes- a Nueva York. Tiempo suficiente "para que uno mismo cambie, para que la ciudad cambie", pero el vínculo continúa y, de hecho, Niemann sigue visitando la ciudad norteamericana cuatro o cinco veces al año.

Llegó a Nueva York, dice a menudo, con la mejor edad posible, cuando tenía 25 años: "Una edad en la que tienes, o al menos yo tenía, una energía increíble. Probablemente, era una época estupenda para hacer algo así. Si echo la vista atrás, pienso que fue una época fascinante pero también agotadora, la verdad. Claro que, a los veinte años, uno puede aguantar un montón de cosas".

Cada vez que tiene ocasión, hay algo que no se cansa de repetir: no existe una hada madrina que acuda en tu ayuda, ni una actitud "porque yo lo valgo" que conduzca a algo productivo, ni un desear algo con todas las fuerzas que se transforme mágicamente en realidad. "Si tienes algo en la vida, es a base de trabajo y de un montón de suerte", insiste.

-Es que es la verdad.

-Y, ¿cómo lo descubrió?

-Pues, precisamente, trabajando para la prensa escrita. Hacía muchos encargos para varias publicaciones. Cuando entras en esa dinámica de trabajar todos los días, con mucha presión, con una hora o una fecha de entrega sobre la cabeza, no puedes confiarlo todo a que bueno, que tienes talento, que vas a tener suerte. Porque lo cierto es que a veces tienes suerte, y a veces no. Y al editor lo único que le importa es que le hayas resuelto la papeleta al final del día. No hay suerte, la inspiración de última hora no existe: lo que hay son plazos. Lo único en lo que puedes confiar es en tener algo de talento y en hacerte con una buena rutina. Para mí, lo único que funciona es la sensación de esfuerzo, el no dejar de trabajar.

Los trabajos de Christoph Niemann parecen la destilación pura, limpia, esencial, del concepto de creatividad. Una pregunta recurrente es cuál es la clave de la creación, cuál es la forma de desarrollar esa imaginación, cómo lo hace, dónde está el truco. Sin duda esa capacidad, es fácil pensar, debe tener algo de mágico, de espontáneo. Y lo que tiene es mucho de receta: de prueba y error, de mezclar y comparar -de hecho, así es como la ciencia explica lo que llamamos capacidad de inventiva: lo que para muchos resulta una cualidad milagrosa no es más que una mirada entrenada en el arte de buscar conexiones nuevas-.

-Puede compararse con lo que hace un mago de feria -desarrolla Niemann-. Ahí estás, pensando en cómo entretener al público, todos ellos dispuestos a creer que lo que haces es pura magia, que te basta un gesto para cambiar la realidad. Una vez hecho el truco, esa creencia se les confirma: ¿cómo lo haces? Piensan que tienes un don, que eres diferente a ellos. Pero la realidad es que tiene muchísimo trabajo detrás. Como el mago, tienes el punto de vista del ejecutor del truco y el de la gente que observa. El resultado final es magia. El efecto es magia. El que lo hace sabe bien todo el montaje que hay detrás.

-Ah, pero el aplauso es, desde luego, muy agradecido.

-Ahí están las redes sociales, ese es su papel: el de obtener aprobación social -explica-. Pero, de alguna forma, te hace anhelar un tipo de popularidad que realmente no necesitas. Te gusta la atención que procuras, el acumular un montón de 'me gusta'... Pero también encierran el peligro de una tremenda caída. Los likes no son el mundo real. Y eso, sin mencionar la procrastinación.

-¿Alguna vez ha tenido miedo de relajarse demasiado, de darlo todo por hecho?

-Ja. Todo el tiempo. La solución, como siempre, es seguir trabajando en agonía: en una duda constante.

-Y por eso, tras haber ejercido sobre todo como dibujante para periódicos y revistas, y haber publicado unos cuantos libros para niños, de repente, se pone a trabajar en una aplicación iOS de dibujo interactivo (Petting Zoo). Y no se vuelve loco.

-No, yo no me volví loco, pero mis hijos estuvieron a punto. Algo en lo que creo firmemente es en eso de que nada de lo que merece la pena en la vida llega fácilmente. Sumergirte en algo que no conoces te da una perspectiva nueva y diferente de las cosas, te renueva esa sensación de que puedes aprender, y hace que te centres, que te concentres. Hay algo reconfortante en confrontar un problema nuevo.

-¿Cuál ha sido su trabajo más exigente?

-Va cambiando con el tiempo, desde luego. Para mí, desde un principio, el tema de los plazos de entrega fue un asunto extremadamente exigente, un reto. Y luego ha estado, por supuesto, lo de tener que aprender a escribir un código para una App. Hubo que probar muchas versiones hasta dar con una que me gustara. Pero, al final, estos trabajos terminan siendo también los más reconfortantes. Y luego están aquellos que tienen gran aceptación, a los que inevitablemente terminas cogiendo cariño.

-Cuénteme por qué tener una portada en el New Yorker es mejor que tener un rincón en un museo.

-Conseguir hacer una portada para el New Yorker es la medalla de oro de los Juegos Olímpicos dentro de mi especialidad (Neimann ha logrado varias medallas: la más reciente, la versión online del pasado mes de junio, es un escenario envolvente en 360º sobre el placer de la lectura). No hay nada que pueda siquiera compararse. Es la meta absoluta, no hay un premio de consolación.

-Usted es el Christoph Neimann, así que imagino que anda ya muy lejos de estas preocupaciones pero, ¿cuál diría que son las claves que puede tener un ilustrador hoy en día para no sucumbir, para creer que puede seguir trabajando? Trabajando como ilustrador, no como camarero, me refiero.

-Creo que hay que entender que los lectores no se apasionan por ti, porque a ti te guste algo: les apasiona el trabajo, la perspectiva que eres capaz de ofrecerles sobre lo que a ellos les interesa, que pueden compartir contigo o no, desde luego. Haz de ofrecer un producto entretenido, hermoso, constructivo. Todo ello hará que quizá estén dispuestos a pagarte por él. Y, además, tienes que conectar con lo que haces.

-¿Y trabajar gratis?

-Nunca. Nunca hay que trabajar gratis. Yo lo hice una vez, cuando estaba en la universidad creo, como una especie de aprendizaje. Prefiero no ganar nada como dibujante que ofrecer mi trabajo gratis.

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