Cultura

La guinda de la Bienal

  • La gran muestra del flamenco se clausura hoy en Sevilla con la actuación de Paco de Lucía, un acontecimiento para el que las entradas volaron en muy poco tiempo

El guitarrista algecireño Paco de Lucía pondrá hoy el colofón de la 16ª edición de la Bienal de Flamenco de Sevilla. Su actuación, a las 20.30 horas en el Teatro de la Maestranza, es un acontecimiento. Las entradas volaron en nada de tiempo y la expectación es máxima.

Su guitarra ha sacado al flamenco de los cuartos y las peñas para convertirlo en un arte universal; y a pesar de haber creado con ella algunos de los pasajes más bellos y emocionantes de nuestra música, a pesar, incluso, de hacer bailar a los caballos y los peces y a pesar de que la evolución flamenca es él, a pesar de tantas y tantas cosas mágicas que le rodean, Paco, el De Lucía, sigue siendo un gran tímido al que le apasiona bucear.

Antes de iniciar esta gira tenía subrayadas en rojo dos citas: Jerez y Sevilla, simplemente, porque ambas son ciudades que han parido a un sinfín de artistas y legión de aficionados que van a escrutar cada uno de sus acordes. En la primera, perfeccionista hasta la médula, no acabó satisfecho del todo y así se lo dijo a sus íntimos -por supuesto, tocó como los ángeles- y no acudió a la fiesta espontánea que él mismo propició a su alrededor después de su concierto y en la que decenas de artistas le rindieron tributo con su cante y baile hasta el amanecer como si fuese el mismo Dios.

La segunda, la que pondrá hoy el cierre a la presente Bienal, porque cada vez que toca en Sevilla sufre un ataque de responsabilidad. Así es Paco, el De Lucía, sencillo, discreto, profesional, ni se inmuta cuando el público, entregado a su príncipe, le aplaude cinco minutos en pie antes de que se haya sentado para empezar. Ya es inmortal y ahora lo único que le pide a la vida es salud para criar a sus dos niños chicos y una vejez digna, sin que le duelan los huesos. Pero no se dejen engañar, el artista de artistas, el que se eleva sobre el resto por más que se coloque como uno más junto a sus músicos, el artista al que los mejores talentos del flamenco adoran como a un faraón, vuelve a Sevilla con la ilusión intacta del chiquillo que empieza, con cosquillas en el estómago y rodeado por un elenco que ha cambiado por completo, precisamente, porque necesitaba probarse y saber si era capaz de hacer otras cosas.

Igual de rebelde que su música, el De Lucía se revuelve, por ejemplo, cuando algunos sostienen que La leyenda del tiempo significó un punto de inflexión para Camarón. "Evolución es lo que hicimos antes, con una guitarra y una voz, que no confundan a la gente", matiza sin vacilar cuando le preguntan. A Camarón, su hermano del alma, lo definió recientemente como "el primer músico dentro del flamenco, una nube de la que aún hoy la gente (los propios artistas) no puede escapar, el mejor". Un día su guitarra se enamoró de su cante y se juntaron los dos para protagonizar el acontecimiento flamenco más hermoso que se ha vivido y que perdurará largo tiempo. Desde entonces su guitarra apenas ha tocado para acompañar a nadie y el cante casi se ha convertido en un instrumento más en sus conciertos. Quizá porque Paco prefiere perseguir ese cante de leyenda con sus falsetas para seguir cantando con la misma melodía que le da vueltas a la cabeza desde que conoció al de La Isla.

Con todo vendido, las mejores galas dispuestas, la afición lista y las primeras figuras atentas, Paco vuelve a Sevilla para brindar, seguro, un auténtico recital de puro arte que apenas admitirá más debate que la ovación.

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