Museo Carmen Thyssen

Un viaje por la fantasía de la cultura árabe a través de pintores europeos

  • El Museo Carmen Thyssen inaugura su nueva exposición temporal dedicada al orientalismo con obras de artistas como Fortuny, Tapiró, Fabrés y Lameyer

'La justicia del Pachá' de Alfred Dehodencq.

'La justicia del Pachá' de Alfred Dehodencq. / Javier Albiñana (Málaga)

Un viaje a Oriente, a los encantos de su cultura, a la delicadeza y belleza de una tierra exótica a la que Occidente se impone entre guerras y conflictos que derivan del Colonialismo del siglo XIX. Un homenaje al orientalismo protagoniza la nueva exposición del Museo Carmen Thyssen de Málaga, Fantasía árabe. Pintura orientalista en España (1860-1900).

Un recorrido por los paisajes exóticos de Oriente de la mano de artistas nacionales e internacionales, como Fortuny, máximo representante del orientalismo en España, Tapiró o Fabres, entre otros, y sus contemporáneos franceses, como Delacroix o Benjamin-Constant. Una visión de Oriente formulada a partir de la observación directa o recreada a través de la imaginación y el esteorotipo, tal y como cuenta el coordinador de Colecciones del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), la principal entidad prestadora de la exposición, y co-comisario de la misma, Francesc Quílez. “Muchos de estos pintores no viajaron a los lugares que luego representan en los cuadros. Es el caso de Antonio Fabrés que no pisó Marruecos en su vida”.

La colección permanente del Museo Carmen Thyssen de Málaga cuenta con dos obras orientalistas permanentes: El paisaje norteafricano de Mariano Fortuny y La corrida de la pólvora de Sánchez Barbudo. Cuenta la directora artística del museo y co-coordinadora de la muestra, Lourdes Moreno, que estas dos obras son las que dieron pie a emprender esta nueva colección temporal con más de 80 piezas procedentes de hasta 40 entidades diferentes. Aunque la principal prestadora es el MNAC, los visitantes pueden disfrutar de obras procedentes de Museos de Bellas Artes de Sevilla, Córdoba y Burdeos, el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza, la Biblioteca Nacional o el Museo de la Alhambra, entre muchos más.

Un total de 84 obras, entre pinturas, dibujos, acuarelas, fotografías y objetos etnográficos, organizados en tres secciones temáticas dedicadas al paisaje, a las escenas de costumbres y los tipos humanos tratan de reflejar esa fantasía árabe que seducía a la burguesía europea colonialista. Entre esas piezas destaca una jamba de cerámica vidriada procedente del corazón de la Alhambra de Granada.

Pinturas, acuarelas, fotografías y objetos etnográficos completan la muestra

La variedad de obras que completan las pinturas en el recorrido ayuda a contextualizar mejor a los visitantes sobre el orientalismo y esos paisajes exóticos que tratan de reflejar los pintores. Además, la exposición responde a ese afán de coleccionismo que muchos de estos autores tenían. “Tanto Delacroix como Fortuny fueron grandes coleccionistas. Fortuny tenía un ojo muy sensible para saber apreciar la originalidad de los objetos”, cuenta Lourdes Moreno. Quílez habla de una especie de atrezzo en los talleres de los artistas a partir del cual trataban de representar con mayor fidelidad esas obras orientalistas.

'El caíd marroqui Tahamy' de Benjamin Constant. 'El caíd marroqui Tahamy' de Benjamin Constant.

'El caíd marroqui Tahamy' de Benjamin Constant. / Javier Albiñana (Málaga)

Tal y como cuenta el co-comisario y coordinador de Colecciones del MNAC “la expansión colonialista española fue modesta, por así decirlo y se limitó a las plazas del Norte África”. Es por eso que las obras orientalistas españolas se centran en la zona del Magreb y Marruecos.

La obra de Francesc Masriera, Muchacha mora es la imagen principal de la exposición. El rostro exótico de perfil de una joven reina de belleza la obra, mientras brillan unas joyas de tipo “oriental”, fruto de la experiencia en la orfebrería del pintor. Otras obras como Santón Darkawia de Josep Tapiró, se inspiran en la fotografía, Novedad artística, que junto con otras vanguardias que se impusieron, acabó con el orientalismo, como indica Quílez.

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