Cultura

"La falta de exigencia en los estudios no lleva más que a degradarlos"

  • El escritor donostiarra clausuró esta semana en Cádiz el XVII Coloquio Internacional de la Sociedad Española de Historia de la Educación

-Lo primero sería preguntar a qué se refiere con el concepto "primeros ciudadanos" que figuraba en el título de su intervención en el encuentro...

-Es un concepto que entra dentro del espíritu ilustrado, del doceañismo, en la línea que movía a Jovellanos dentro de la Junta de Instrucción Pública: cualquier reforma era imposible si no pasaba por la reforma educativa, así que había que pensar un poco en cómo educar al ciudadano, cómo hacer nuevos ciudadanos que fueran capaces de sostener un nuevo sistema. Una democracia no puede funcionar sin ciudadanos educados. Y la gran revolución fue la que se dio en la época: cuando se empezó a creer, a ver, que era posible pasar de una sociedad estamental, en la que te definía el nacimiento, a una sociedad en la que te definía tu valía, formación o trabajo, en la que te definías por ti mismo. La revolución pasaba por la educación y por la escuela, esa fue la gran evolución. Una evolución que aquí se ha ido dando paulatinamente, a diferencia de Francia. Casi todavía podemos decir que se sigue dando.

-Educación frente a destino, como si dijéramos...

-Exacto. Ese destino que lo definía a uno como cosa inevitable, como fatalidad, y ante el que poco podía hacer... Eso es posible vencerlo, en teoría, a través de la educación que, en general, es un derecho universal. La educación superior es otra cosa, es una elección.

-Hablando de esto, ¿cuál es su opinión sobre la propuesta del Ministerio de Educación de una nota mínima de 6,5 para el acceso a beca?

-Como hemos dicho, la educación es obvio que es un derecho, pero con el tema de las becas se entra en el campo de la demagogia. Se puede discutir la propuesta del ministro Wert, pero no se habla de cuestiones más problemáticas para la educación, por ejemplo, el delirio de los diecisiete planes autonómicos. Nadie se preocupa, por ejemplo, sobre por qué en España tenemos más universidades que en ningún otro país, pero ninguna de ellas se encuentra entre los doscientos mejores centros universitarios a nivel mundial. En la mayor parte de los países, en torno a un 30% de la población estudia Formación Profesional, mientras que aquí sigue haciéndolo sólo el 8 o el 10%, cuando es muy necesaria para un país.

-Bueno, porque seguimos sufriendo de titulitis...

-Vamos a estar como en los países árabes, que todo el mundo va a la universidad, sí, pero para estudiar Teología. Por otro lado, es cierto que la falta de exigencia en los estudios no lleva más que a degradarlos... Se descuida la FP o la formación universitaria, y discutimos a degüello por las declaraciones de Wert, pero nadie se preocupa de cuestiones como quién o cómo se va a financiar el Centro Superior de Investigaciones Científicas [CSIC], que tiene un déficit de 102 millones de euros.

-¿Cuándo se nos va a quitar el complejo de inferioridad?

-Pues no lo sé... Yo creía que, como en todo, uno va aprendiendo según la experiencia de la vida. Entre los padres de mi generación aún existía esta cosa de "Pero cómo mi hijo no va a ir a la universidad...", todo el mundo tenía que tener un título o intentarlo. Luego vas viendo que no, que no hace falta ni mucho menos.

-¿Qué debería aprender uno en la universidad, más allá de, con suerte, el temario?

-Yo creo que la universidad tiene que buscar la formación de un tipo de persona dedicada al estudio y la investigación, que trabaje bajo el espíritu de que la dedicación al conocimiento y el saber quizá no sea inútil. Escuela, scholé, en griego clásico, definía precisamente el ocio dedicado a cosas superiores. Lo que no puede ser es que la universidad sea una fábrica de gente con licenciaturas a base de bajar las exigencias.

-Uno tiene la sensación de haber estado viviendo en una desestructuración continua de lo educativo. No es algo actual. Tiene raigambre.

-Bueno, es que se creía que lo importante eran los asuntos exteriores, cosas de éstas, y que de la educación, en fin, de la educación ya se encargaría alguien, a alguien le importaría... La educación a nivel profundo. En este sentido, para mí la educación cívica o lo que llaman Educación para la Ciudadanía es imprescindible. Hay en todas partes. Y aún hace más falta en un país como el nuestro, en el que nadie parece entender. Pero no, claro. Precisamente aquí no hace falta. ¿Para qué, si ya tenemos el tema de la Iglesia, además? Y bueno, no, no es de eso de lo que estamos hablando. A lo mejor uno tiene la suerte de tener un padre catedrático de Derecho Constitucional que le explique pormenorizadamente cómo son las cosas, pero la mayor parte de la gente no lo tiene. La primera tarea de la escuela debería ser presentar al alumno una alternativa a los padres, no seguir prolongando los prejuicios de estos.

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