Enrique Vila-Matas. Escritor

"He descubierto que el pesimismo suele ser casi tan vacío como el optimismo"

  • Tras tres años de silencio, el autor catalán acaba de publicar 'Dublinesca', su última novela, de la mano de Seix-Barral. Una obra que recoge y actualiza el espíritu de debacle existencial del 'Ulysses' de Joyce

Y un día, probablemente, Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) se despertó y cayó en la cuenta de que muy poco lo separaba del familiar Leopold Bloom. Que, como el protagonista del Ulysses, podría muy bien encontrarse dando tumbos por la ciudad, tratando de descubrir qué sentido habían tenido su vida y sus pequeñas rutinas. A los sesenta años, Vila-Matas y Samuel Riba (su alter-ego en Dublinesca, su última novela) deciden reinventarse: abrazan el mundo anglosajón y viajan a Dublín para celebrar, en pleno Bloomsday y en singular compañía, un funeral por el mundo de la edición papel.

-Su protagonista, Samuel Riba, es un hombre que no sabe qué hacer por no vivir. Tiene una voluntad de evasión de hierro: ya fuera por su obsesión con la literatura, el alcohol o su condición de hikikomori. ¿Tan hiriente es la realidad como para escapar de ella?

-No puedo graduar en Dublinesca con exactitud el horror de la realidad, porque depende mucho del día y de la hora en la que nos encontremos con Samuel Riba. En la novela hay momentos en los que incluso se ve a Riba entusiasmado con lo que sucede y por tanto entusiasmado con esa realidad que a veces tanto teme.

-En su historia, Riba, editor jubilado y alcohólico rehabilitado, se obsesiona con visitar Dublín. Parece el propósito de un suicida.

-Ni mucho menos. Va a Dublín para poder contarle el viaje a su anciana madre.

-Hábleme de la Orden de Finnegans.

-Es republicana, no ha admitido mujeres por ahora, la componemos seis caballeros y en cada Bloomsday nombramos a uno nuevo. Es condición indispensable adorar a Joyce. Tratamos de ser los sucesores de la Orden de Toledo que fundó Buñuel con Pepín Bello. Los caballeros son todos escritores. Eduardo Lago, Garriga Vela, Antonio Soler, Jordi Soler, Garriga Vela. Este año entra Andreu Jaume, editor en Lumen y probritánico. Como los demás nos sentimos irlandeses, creo que vamos a pasarlo algo mal con este nuevo Caballero pero vamos a tratar de irlandizarlo.

-Y los finneganianos, ¿son apocalípticos o integrados?

-Como le escribió Garriga Vela (el último caballero nombrado en lo alto de la Torre Martello) a Andreu Jaume: "Son unos buenos tipos, pero están locos por expulsar a alguien". Y es que los estatutos de la Orden castigan con la expulsión casi todo. Es muy difícil no tener abiertos expedientes en la Orden. A mí me lo abrieron por mandarles con Garriga Vela un e-mail desde la selva de Orinoco de Venezuela donde les decía: "Estamos en plena selva, tipo Indiana Jones. Pasando de Joyce, tíos". Fuimos expedientados por el "tíos" final, que fue considerado digno de expulsión. En cambio, hicieron caso omiso de lo que creíamos que era realmente grave, ese "pasando de Joyce".

-La anécdota del invitado al que olvidan en un congreso de Lyon también es real y le sucedió a usted. Yo habría hecho lo mismo. También me habría escondido. Lo que no habría hecho es una teoría de la literatura.

-La teoría la destruí. Pero lo curioso es que luego, sin darme cuenta, la llevé a la práctica en Dublinesca.

-Es curioso ver que el ser humano comenzó con su urdimbre de creencias y mitologías ante la constatación pasmada de que todo lo que le rodeaba era un completo caos. La literatura parece cumplir esa misma función: trata de ordenar una realidad anárquica. No hay en nuestras vidas -como usted mismo dice- trama novelesca. Qué desastre.

-No. No es tanto desastre. A mí me interesa mucho la literatura que se desliza hacia la realidad tan real y tan verdadera, por caótica, de Finnegans Wake, de Joyce. Me interesa esa literatura próxima a la realidad bárbara, brutal, muda, sin significado, de las cosas, es decir, tan próxima a la realidad original. Pero a veces pongo orden en el caos y escribo novelas como Dublinesca.

-Parece, es cierto, que siempre estamos en crisis, al borde del Apocalipsis. Tal vez porque sólo en el conflicto surgen los héroes. Y nos gusta pensar que tenemos la opción de serlo.

-Riba es un maravilloso héroe de la vida cotidiana.

-En la instalación de la Tate Modern que aparece recurrentemente en el libro, aparecen varios títulos como lectura de refugiados del Diluvio Universal: Philip K. Dick, Stanislas Lem, Joyce, Perec, Duras... ¿cuáles serían los suyos?

-Joyce, Perec, Duras, estarían sin duda en esa biblioteca para refugiados del gran Diluvio Universal. También muchos escritores más, empezando por Kafka, Bolaño, Fernández Cubas, Beckett, Jaeggy, Auster, etc.

-¿Considera que, como diría Yeats, está cumpliendo con su afán?

-Sí, creo que sí. Y me complace que se haya fijado en ese fragmento de la novela que a mí particularmente también me atrae: "Pero nadie le quita que tuvo un afán (su inquietud literaria) y lo llevó lejos. Y eso es muy serio. Al final, como decía W. B. Yeats, se tenga suerte o no, deja huella el afán".

-Hoy día, dice, la escritura no se asocia con la cultura. Pero insiste en que los escritores sólo son culpables del 10% de la debacle.

-Si alguien -no muchos en este país la conocen a fondo- escribiera la verdad sobre la industria mundial del libro, se complicaría la vida tanto como Roberto Saviano.

-¿En qué diría que consiste el contrato moral entre autor y escritor?

-Que yo sepa no hay ningún contrato escrito y ninguna ley porque autor y escritor andan discutiendo desde hace mucho tiempo a quién le toca escribirla.

-Resulta curioso que, partiendo de los parámetros de los que parte, Dublinesca sea un libro extrañamente optimista.

-Es que he descubierto que el pesimismo en la mayoría de sus formas es casi tan vacío como el optimismo.

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