Cultura

Diez cortes de cante directo y sin concesiones

  • El último trabajo de la cantaora es un disco de guitarras que recoge los cantes de su infancia

En la fotografía que ilustra el disco, Esperanza Fernández se retrata junto al Guadalquivir, bajo los arcos de un puente de Triana iluminado, mientras su cabeza parece girarse hacia el barrio en el que se crió. La cantaora mira hacia él de la misma forma que va a recordar los cantes que escuchó de pequeña. Sin hacer concesiones en su interpretación, dos de ellos se muestran como esos cortes con tirón de los que antiguamente serían cara A de un single. La canción por bulerías Manolo Reyes está cantada con fuerza y engancha desde la primera escucha. Otro corte de similar categoría lo constituirían los tangos de El Titi, porque son tan flamencos como melodiosos. En la misma línea melódica se sitúa la farruca que interpreta con el nombre de Pastora, aunque ella aclare que no se trata de una simple recreación y que ha tratado de llevar el estilo a su terreno. También en este apartado habría que agrupar la copla Antonio Vargas Heredia. El capítulo de los recuerdos, además de los dos primeros temas citados, se completa con las seguiriyas, escuchadas al lebrijano Chache Lagaña; con las soleares, que se pueblan de ecos utreranos o con las cantiñas de Pinini rematadas por Cai. Son tres cantes que mucho tienen que ver con su ascendente lebrijano por parte de madre.

Además de los fandangos de Utrera y Lucena y del himno romaní, ya comentados por ella, una reseña del disco no quedaría completa sin la referencia al trabajo del guitarrista cordobés José Antonio Rodríguez, quien se encarga de la producción, le toca a la cantaora en seis de los temas y, sobre todo, me parece el responsable de que las guitarras suenen con la exquisitez y exhuberancia que lo hacen en este disco. Además de Rodríguez, han tocado en él Miguel Ángel Cortés (soleá y cantiñas) y el hermano de la artista, Paco Fernández, en la seguiriya.

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