Muere Caballero Bonald

Un recuerdo de Caballero Bonald. "Solos estamos: un libro, un vaso, nada…"

  • El periodista Francisco Correal recorre algunos momentos en la vida y obra del Premio Cervantes a través de la evocación de sus entrevistas

Francisco Correal y José Manuel Caballero Bonald, en una imagen de archivo.

Francisco Correal y José Manuel Caballero Bonald, en una imagen de archivo.

Lo entrevisté muchas veces, en todos los periódicos por los que pasé. Le decía de broma que mi primer coche lo estrené en un viaje a Jerez para entrevistar al Cojo Manteca. Fui tan prudente, tan lento, que cuando llegué ya se había marchado. Es cierto el dicho: se coge antes a un mentiroso. La puesta de largo del último coche que tuve, un Megan Scenic, fue un viaje a Montijo en 2004, a la finca Los Gallos, para entrevistar a Caballero Bonald.

Esta vez sí llegué a tiempo, aunque siempre tenía que preguntar. Siempre abría Pepa Ramis, su fiel compañera, a la que conoció en Mallorca, donde se fue a trabajar como secretario de Papeles de Son Armadans, la revista que dirigía Camilo José Cela, al que conoce en Cádiz. Con Pepa se casa en enero de 1960. Se van a Colombia. Allí nace el primero de sus cinco hijos y escribe la primera de sus novelas. La vendimia de Jerez evocada desde su autoexilio. Con Dos días de septiembre gana el premio Biblioteca Breve. Lo he entrevistado muchas veces, lo cual es paradójico. "Me gusta reiterar que una de las razones por las que escribo es porque hablo poco", escribía Caballero Bonald en el prólogo del libro Regresos a Argónidas en 33 entrevistas, una antología de conversaciones con el escritor jerezano con selección, edición e introducción de Antonio F. Pedrós-Gascón, doctor en Literatura Española y Latinoamericana por la Universidad de Columbus, en el estado de Ohio. Me hace el inmenso honor de incluirme en una antologíaen la que aparecen José Luis Cano, Diego Galán, Juan Cruz, César Antonio Molina o Jesús Fernández Palacios. Mi entrevista la publiqué en El País. Con un título que expresa la inclinación de Caballero Bonald a no rehuir nunca la polémica: "Este Alberti no me gusta. Prefiero no verlo". Una de mis entrevistas preferidas apareció en los periódicos del Grupo Joly. El titular era más amable: "Un jubilado como yo ya no tiene nada que contar". El final de la charla era delicioso. Le pedía que me describiera una postal de verano. "Mis mejores veranos son los de Sanlúcar. Yo venía aquí de niño. Estábamos de alquiler. No se crea que me gusta mucho afincarme. Decía García Márquez que comprar un terreno es lo más parecido al cementerio. Cuando volvimos de Colombia íbamos cada verano a un sitio diferente: Calpe, Sigüenza, Villajoyosa, Carboneras. Me gustaban más los alquileres que las residencias fijas". Se ha muerto en vísperas de un partido de fútbol, Madrid-Sevilla, en cuyo enunciado aparecen dos ciudades fundamentales en su vida. En la última pregunta de esa entrevista, le hablaba de un futbolista que había jugado en los dos equipos y que falleció hace dos años en un trágico accidente de tráfico. Le contaba a Caballero Bonald que a Reyes cuando fichó por el Arsenal le dieron una casa tan grande en Londres que su familia se divertía jugando en ella al escondite. "Eso es una novela magnífica", me respondía Caballero Bonald.

Dominaba todos los registros literarios: la novela, el ensayo, las memorias, los libros de viajes y la poesía, su género predilecto. La obra Años y Libros consiguió el XIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Con edición e introducción del poeta zamorano Luis García Jambrina y selección del propio Caballero Bonald y de J. Ramis Cabot, su compañera balear, magnífica nadadora en sus años mozos. La vida siempre iba por delante de la literatura. La primera recopilación de sus libros apareció en 1969 y la tituló Vivir para contarlo.

Tituló el primer volumen de sus Memorias Tiempo de guerras perdidas. Curiosamente, en la decantación de su destino tuvieron mucho que ver una serie de personas que pertenecían a un memorial imaginario de Tiempo de guerras ganadas. Sus primeras actividades políticas clandestinas las inicia por su vinculación con Dionisio Ridruejo, un hombre que pasó de la Falange y de ser expedicionario de la División Azul al antifranquismo. Un contacto que se produce cuando Caballero Bonald regresa en febrero de 1956 de una estancia en París. En una charla en el hotel Inglaterra de Sevilla con Leopoldo Panero, el poeta padre de los protagonistas de la película El desencanto, le ofrece trabajar de secretario en Madrid de la primera Bienal de Arte Hispanoamericano. Y Camilo José Cela lo convirtió en su mano derecha en la revista Papeles de Son Armadans, con sede en Palma de Mallorca. Un destino fundamental en su vida. De ser el "Querido Pepito" en las cartas que le enviaba Cela, la relación fue complicándose, hasta el punto de que muchos años después atribuyen al Nobel gallego maquinar el boicot para que Caballero Bonald no ingresara en la Academia de la Lengua.

Nació un año antes de la generación del 27 y siempre tuvo aspecto de noventayochista

Uno de sus proyectos era escribir una tesis sobre la autodestrucción de la generación del 50 a la que él perteneció. Todos habían ido muriendo demasiado jóvenes. De hecho, el jerezano afincado entre Sanlúcar y Chipiona era el único superviviente de las fotografías de los que fueron a honrar a Machado en Colliure en febrero de 1959: Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Ángel González, José Ángel Valente… El 11 de noviembre de 2021 habría cumplido 95 años. Su último cumpleaños, en 2020, coincidió con el décimo aniversario de la muerte de Carlos Edmundo de Ory, la primera persona a la que fue a ver a Madrid cuando llega a esta ciudad en septiembre de 1951. Compartía amistad y afición al flamenco con Fernando Quiñones, querencia que se refleja en su poemario Anteo, con poemas dedicados a cuatro palos: seguiriya, soleá, martinete y saeta, este último en el poema titulado Semana Santa. Versos que envió a los poetas del 27 Gerardo Diego y Luis Cernuda a su casa de México.

José Manuel Caballero Bonald, en una visita a Los Palacios en 2016. José Manuel Caballero Bonald, en una visita a Los Palacios en 2016.

José Manuel Caballero Bonald, en una visita a Los Palacios en 2016. / Juan Carlos Muñoz

Nació un año antes de la generación del 27 y siempre tuvo aspecto de noventayochista. Sangre francesa y cubana se mezclaban por sus arterias, como la del personaje de El siglo de las luces, de Alejo Carpentier, uno de sus autores preferidos. Fiel a los dos Álvaros, el colombiano Mutis y el gallego Cunqueiro, es con Miguel Delibes uno de los grandes escritores que convirtió a la naturaleza en personaje de sus novelas. Doñana en su caso, fundamental en Ágata ojo de gato (duelo artúrico entre el lince y el normando) o Campo de Agramante. Recibió el premio Cervantes y desde 1998 alentó una Fundación con su nombre en Jerez por la que pasaron Carlos Castilla del Pino, Alfredo Bryce Echenique, Martín de Riquer o Juan Goytisolo.

La última entrevista se la hice en Los Palacios, la patria chica de Joaquín Romero Murube. Retrató la Sevilla en tiempos de Cervantes, ya no volverá a Montijo y se ha ido ligero de equipaje, como el de Colliure: "Solos estamos: toda la ausencia cabe / entre lo verdadero y lo ilusorio. Aquí / mi obstinación es mi alegría: / un libro, un vaso, nada".

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