teresa salgueiro. cantante y compositora

"Todo arte independiente se sustenta en la esperanza"

  • La que fuera voz de Madredeus durante dos décadas presentará en Málaga la próxima semana su proyecto 'O horizonte e a memoria'

La cantante y compositora Teresa Salgueiro (Lisboa, 1969), en una imagen promocional.

La cantante y compositora Teresa Salgueiro (Lisboa, 1969), en una imagen promocional. / m. G.

Han bastado dos discos en solitario para despejar las dudas en cuanto a la labor compositora de Teresa Salgueiro (Lisboa, 1969), cuya calidad interpretativa ya rindió públicos de todo el mundo al frente de Madredeus. El último, O horizonte (2016), nutre en gran medida su reciente proyecto en forma de concierto, O horizonte e a memoria, que la portuguesa presentará el sábado 23 en el Teatro Cervantes dentro del festival Terral.

-Hace ya casi dos años, de forma paralela a O horizonte, publicó usted un álbum grabado en español, La golondrina y el horizonte, en el que revisaba el cancionero popular latinoamericano. ¿Guardan relación ambos discos?

-No, son dos proyectos completamente distintos. Grabé La golondrina y el horizonte para su publicación exclusiva en México, ya que siempre me he sentido muy bien acogida allí. Después de mi gira por el país en 2014 pensé en hacer arreglos propios para canciones populares mexicanas y, por extensión, algunas otras del resto de América Latina, y así nació el disco. O horizonte es mi segundo disco como autora, con composiciones íntegramente mías.

-En O horizonte destaca la depuración expresiva, con un protagonismo notable del silencio. ¿Tiende usted como compositora al menos es más, a decir menos cosas pero mejor dichas?

-Bueno, el silencio representa un papel fundamental en la música, como la puntuación en la escritura o como la estructura en la arquitectura. Más allá de esto, O horizonte nació como un proyecto pensado para ser cantado en el idioma portugués de manera, digamos, consciente. Cada aportación instrumental, cada nota, cada matiz y también cada silencio van de la mano de las palabras cantadas de manera significativa, de manera que todo lo que es tocado tiene un sentido concreto, exactamente como si se dijera una palabra. Habitualmente, para hacer mis canciones compongo primero la melodía, que se me puede ocurrir de manera espontánea, ensayando con los músicos o donde sea; luego escribo los arreglos y las armonías, y por último las palabras. Pues bien, en este caso antes de escribir las palabras el sentido de cada canción ya estaba recogido de manera amplia y precisa en la música, en cada nota. Todo el paisaje sonoro de O horizonte está armado a partir de esta idea.

-¿Y cómo se traduce ese paisaje al directo, a los conciertos?

-Cuando publiqué O horizonte en 2016 hice conciertos de presentación en Lisboa y Oporto y luego tuvimos una gira que abarcó desde Asia hasta Brasil. El final de la gira nos devolvió a Lisboa y Oporto, pero para entonces yo ya estaba decidida a ampliar el repertorio introduciendo elementos de la música clásica portuguesa, de la tradición de la que formo parte. Aquello se fue expandiendo hasta que creamos el proyecto O horizonte e a memoria, que incluye algunas canciones de O horizonte y también temas tradiciones portugueses. A la hora de tocarlas en un escenario, las composiciones de O horizonte se prestan poco a la improvisación porque, como te decía, cada instrumento tiene su lugar y cada nota su espacio concreto, como palabras dentro de un texto. Pero a lo largo del concierto no faltan sorpresas. Eso sí, nos arropamos en un ambiente íntimo favorable a la música.

-Hablando de memoria musical, ¿qué elementos nutren la suya?

-La memoria que llevo conmigo a todas partes, la que me atañe de manera directa, es la de la música portuguesa. O al menos parte de ella, porque la música portuguesa tiene muchas manifestaciones y es inabarcable. Hay tres autores e intérpretes que la alimentan especialmente: José Afonso, Amália Rodrigues y Carlos Paredes. Ellos tres conforman una imagen de la cultura portuguesa de la que me siento parte, sin duda. También forman parte de esa memoria otros músicos como Fausto Bordalo y, por supuesto, Madredeus.

-Es imposible hablar de música portuguesa a estas alturas sin citar a Madredeus.

-Sí, así es. Madredeus no es sólo una fuente de memoria musical para mí, también para mucha gente que ha seguido escuchando aquella música. Forma parte de la vida de muchas personas.

-¿Y la música brasileña, como alternativa para cantar en la misma lengua portuguesa?

-Me interesa mucho, desde luego. Siempre que actúo en Brasil procuro incluir algunas canciones de la música brasileña en mi repertorio. Actualmente, sin embargo, mi atención está más centrada en la música portuguesa.

-En los últimos meses han llegado a España noticias que invitan a pensar en una resurrección política y social de Portugal tras los años más duros de la crisis. ¿Ha venido esta regeneración acompañada de una mejoría del estado de salud de la cultura?

-Es difícil responder a eso porque hay que tener en cuenta muchas claves. De entrada te diría que, en todos los ámbitos de la creación, cuando una actividad artística asume una naturaleza independiente, fuera de los vínculos institucionales, siempre va a estar sustentada en la esperanza y, a la vez, en el enfrentamiento con la realidad. Yo no diría que ha terminado la crisis, aunque sólo sea porque vivimos en un mundo globalizado tanto para lo bueno, que es muy poco, como para lo peor, que es una lógica económica que se niega a asumir el reto de construir un mundo socialmente más justo. Pero sí es verdad que en Portugal hemos tenido la capacidad de demostrar que hay otras formas de enfrentarnos a la economía y a los desafíos que ésta nos propone, que son tremendos. Si hoy podemos decir que vamos mejor es porque hemos podido darle la vuelta a lo que parecía inevitable. Y la creación artística no puede cerrar sus ojos a lo que pasa a nuestro alrededor. Si vemos lo que sucede todos los días, en los que parece que no mejora nada, en un mundo en el que se obedece sin más a una economía que nos obliga a vivir de una manera muy específica, sin alternativas, el arte adquiere irremediablemente una connotación de resistencia, de actividad enfrentada, todavía, a lo que la realidad pretende imponernos. Y este sentido del arte comprometido con el cambio hacia una sociedad más justa sí ha crecido de manera notable en Portugal.

-¿Y cuáles son los peores enemigos de este arte comprometido?

-La misma lógica económica que dicta, por ejemplo, que la música que mira de manera más consciente a su entorno y que más se preocupa por cambiar lo que por justicia debe ser cambiado es una música invisible: no tiene escaparates, no disfruta de altavoces, se queda siempre en un segundo plano frente a una música que únicamente ofrece entretenimiento y que suena continuamente en todas partes. No tengo nada en contra del entretenimiento, que conste. A ningún músico le gusta aburrir a su público. Pero hay ofrecer algo más. Si no, la actividad musical carece de sentido.

-Volvamos a su memoria musical: ¿qué músicos españoles forman parte de ella?

-Siempre escucho a María Dolores Pradera, a la que recuerdo ahora de manera especial tras su muerte. También a Maria del Mar Bonet, a la que admiro mucho. Me gustan cantantes clásicos españoles como José Carreras. Y he trabajado con músicos como Carlos Núñez, al que sigo también de cerca. Sin embargo, mi principal relación con la música cantada en español se ha dado con las canciones tradicionales latinoamericanas, especialmente mexicanas. No tanto con la música española.

-En su nueva gira le acompaña en el escenario José Peixoto, quien fuera guitarrista de Madredeus. ¿Cómo definiría usted las emociones que comparten cuando tocan juntos de nuevo?

-Como una enorme alegría.

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