flamenco por Juan Vergillos

Cuando apenas respiramos

  • El sello Universal presenta dos producciones de los dos cantaores catalanes más importantes del momento, Duquende y Miguel Poveda

Duquende. Producido por Pepe de Lucía. Universal

Después de unos años editando en discográficas independientes, vuelve el Duquende a Universal y vuelve con la producción del algecireño Pepe de Lucía, compositor también de buena parte de los números de la entrega. Con grandes colaboraciones en las guitarras de Juan Manuel Cañizares, Tomatito, Raimundo Amador, Niño Josele, Diego del Morao, Niño de Pura y Antonio Sánchez. Y, por supuesto, Paco de Lucía, en cuyo grupo milita el cantaor de Sabadell desde hace años.

Los trabalenguas festeros son una de las especialidades de este cantaor catalán, como demuestra en las dos entregas por bulerías de este disco, la primera con Tomatito, padre e hijo, con su potencia habitual. Se trata de unas bulerías ligadas, firmadas por Pepe de Lucía, en las que brilla Duquende con su habitual solvencia en estas lides, que cierra con un estribillo. La bulería es, desde los 80, vehículo para todo tipo de emociones flamencas, como demuestra la segunda entrega, Fue mi ruina, un cante ligado y sombrío, con la contundencia cálida de Diego del Morao. La cosa acaba con un estribillo-trabalenguas en donde el cantaor se hace acompañar de Inma La Carbonera y Lucía Limón. Más fiesta flamenca en los tangos, de los que este disco ofrece una forma lenta, tres con derivaciones rumberas y una rumba pura. Herida consumida presenta la guitarra pletórica, ubicua, de Raimundo Amador y los correspondientes estribillos a cargo del coro femenino. Macabi y Humareda, con sus arreglos chicheros, a guitarra y teclados, con sus estribillos resultones, está directamente concebido para la radiofórmula, una fórmula del pasado. En Na más que el día' podemos escuchar el sexteto clásico de Paco de Lucía al completo: Benavent-Pardo-Dantas y los arreglos de Amargós, y las voces y palmas del productor del disco, Pepe de Lucía, además del propio tocaor algecireño, secundado por Tomatito, con uno de sus míticos picados.

Otra guitarra feroz y velocísima, la del Niño de Pura, irrumpe por alegrías, con teclados, estribillos corales y bajos eléctricos: por cierto, la mitad de los músicos no están acreditados, que parece ser la última moda en los discos producidos por las multinacionales. El tocaor sevillano repite en los fandangos, atribuidos a Canalejas y La Parrala, con más espacio para el lucimiento de su toque solemne y seguro. Son lo mejor del disco junto a la granaína-malagueña dedicada a Enrique Morente que abre la entrega, con la guitarra sentimental de Cañizares que nos ofrece un brillante trémolo. Un disco que se cierra con una toná orquestal, con yunque y todo, arreglada por Jesús Bola.

El Duquende, uno de los grandes cantaores de hoy, triunfador en la pasada Bienal de Flamenco de Sevilla, vuelve al ruedo con un disco cuyo concepto de producción resulta caduco. No es sólo que se imponga la austeridad como norma estética y ética, también es que lo accesorio debe ser eliminado, y en esta obra hay demasiadas cosas que no cuentan. El de Sabadell es un cantaor esencial, como demostró su disco en directo de 2007. Y es que, como le decía Rafael Alberti a Manuel Gerena, "ni tú estás, ni estamos, para fuegos de artificio, cuando apenas respiramos". Es el momento del flamenco directo, natural, vivo, cierto. Esto suena a aventura del pasado que no debemos repetir.

El Duquende (Juan Rafael Cortés Santiago, Sabadell, Barcelona, 1965) se inició siendo casi un niño en compañía de su paisano Juan Manuel Cañizares. Con tan sólo 9 años de edad, en Badalona, Camarón, el ídolo flamenco del catalán, acompañó al Duquende en un recital en calidad de guitarrista. En sus primeras entregas de los 80 estuvo secundado por la guitarra del cantante y tocaor, por entonces retirado de la canción, Manzanita. Militó en los grupos de Tomatito, con el que grabó su quinto disco, y Paco de Lucía. Esta es su novena entrega discográfica. Entre ellas, Samaruco (2000), producido por Isidro Muñoz, es de los más memorables.

Aunque acaso su disco en directo en el Cirque d'Hiver parisino, de 2007, sigue siendo su mejor obra.

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