Cultura

El alma de la guitarra española

Espectáculo: Paco de Lucía en directo. Artistas: Paco de Lucía (guitarra), Alain Pérez (bajo), Antonio Serrano Dalmas (armónica), Antonio Sánchez Palomo (segunda guitarra), Israel Suárez 'El Piraña' (percusión), Antonio Fernández 'Farru', David de Jacoba y Antonio Flores 'Rubio de Pruno' (cantaores). Iluminación: Keith Yetton Lugar y fecha: Teatro del Generalife, 12 de julio de 2013. Aforo: Lleno.

Cuando una leyenda está consagrada, y en este caso viva, el resultado está garantizado. Un concierto de Paco de Lucía supone ir a un restaurante de categoría, donde los entrantes vienen en forma de bulerías o rumbas, los postres emergen de la garganta de los cantaores, y el plato principal es simple y llanamente Paco. No todos los días tiene uno la suerte de asistir a una comida tan deliciosa, en este caso masticada por los oídos y digerida por el alma y el sentimiento. El restaurante, situado en un lugar tan emblemático como los Jardines del Generalife, tenía la lista de reservas colapsada: no quedaba ni una entrada. Las que se pusieron a la venta volaron en pocas horas, y los pocos afortunados que consiguieron una decidieron darse el gusto de ver al gran maestro de la guitarra española, dejando pocas localidades para la reventa, que alcanzó precios exhorbitados.

Los aplausos le llegaron pronto al algecireño. No le hizo falta tocar, sólo con salir al escenario ya los tenía ganados. El público en este caso no estaba formado por simples espectadores, sino por admiradores y conocedores del maestro, aquel que con 50 años de carrera a sus espaldas les ha enseñado a mirar seis cuerdas y diez dedos, pero ver en su lugar a la música en estado puro, vestida para la ocasión de flamenca, portando una guitarra y depositándola a los pies de Paco de Lucía, rindiéndole homenaje al gran gurú de la guitarra española, maestro de maestros y referencia de creadores.

De Lucía arrancó solo el concierto, demostrando su dominio de la guitarra, dejando claro que su instrumento es tan parte de él como sus manos o su inconfundible chaleco, haciéndonos ver que la profundidad y la intensidad del flamenco está tan arraigada en su alma como está su nombre ligado a la gloria. Los punteos emergían en principio lentos, estableciendo diálogos entre los graves y los agudos, acelerándose más y más hasta llegar al virtuosismo en sus máximas cotas, generando ríos y cascadas de notas que fluían veloces, desembocando en rasgueos enérgicos que conllevaban de forma inevitable un sonoro y entusiasta aplauso.

El centro de atención era uno: Paco de Lucía, que además de protagonista solista hacía las veces de director de su formación, dando entradas y salidas y cruzando miradas cómplices con una agrupación de músicos y cantaores con los cuales la compenetración era absoluta. Los focos se encargaban de guiar esta atención, envolviendo al maestro en un aura de luz blanca mientras su orquesta se veía envuelta en los azules más intensos o los naranjas más cálidos. La iluminación, un trabajo de Keith Yetton, creaba continuamente diferentes atmósferas sobre un telón de fondo compuesto por los elegantes y lánguidos cipreses de los jardines del Generalife.

En cuanto al repertorio, Paco de Lucía optó por realizar un recopilatorio de varios temas, rescatando algunos anteriores a su último disco, eje central de la actuación. En su inmensa mayoría, reinó la ortodoxia y la tradición del flamenco, dejando poco espacio para las innovaciones y eligiendo lo seguro, dejando tan sólo en leves tintes las referencias a otras músicas y sonoridades. Si bien se tocaron diferentes palos y ritmos del flamenco, la sensación general fue de monotonía, y ningún tema parecía ser especialmente diferente del anterior. Pese a ello, el público se mostró más que satisfecho con las diferentes piezas, aplaudiendo con ganas el final de cada una de ellas.

No solo el protagonista se llevó todo el mérito de estos aplausos, dirigidos también a su orquesta, compuesta por grandes artistas que impulsaban la magia de la guitarra de Paco de Lucía, creando ritmos y colores. La segunda guitarra de Antonio Sánchez Palomo nos dejó uno de los mejores momentos de la noche cuando se enfrentó en un virtuoso juego de pregunta y respuesta a la de su maestro. La armónica de Antonio Serrano Dalmas, dominada magistralmente por su dueño, añadía un timbre muy interesante que empastaba maravillosamente con el resto del ensemble, integrándose mucho mejor que un pequeño órgano que no terminaba de encajar. La percusión de 'El Piraña' puso la base rítmica, especialmente con el cajón flamenco. El bajo de Alain Pérez sustentaba la compleja armonía flamenca.

Junto a los músicos, los dos cantaores, David de Jacoba y el 'Rubio de Pruna', ponían letra y voz a la guitarra del maestro, influenciados de forma innegable en técnica y expresión por el gran Camarón de la Isla. 'El Farru', hermano de 'Farruquito', que en un principio parecía parte del coro de palmeros, añadió la danza al espectáculo para complementarlo, dejando sorprendido a todo el mundo con sus veloces taconeos, sólo comparables en agilidad a los dedos de Paco de Lucía.

El concierto concluyó con el público en pie, envolviendo al maestro entre aplausos y ovaciones. Pese a las casi dos horas de concierto que dio, la gente quería más y pedía más, consiguiendo finalmente arrancar un bis que se hizo bastante de rogar, pero que triunfó al recuperar su gran clásico Entre dos aguas, arrancando de los labios de Paco de Lucía una sonrisa cuando las palmas envolvieron las primeras notas de su famosísima melodía. La guitarra de Paco de Lucía se despidió de esta formade Granada, dejando su marca: la marca de un genio y maestro que ha convertido la guitarra española en el alma del flamenco.

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