Cultura

Thompson, maldito 'freak'

  • Alcances arranca el jueves con la proyección de un documental sobre uno de los periodistas más singulares de la historia: Hunter S. Thompson, el padre del 'gonzo'

Todo lo que te enseñan en las escuelas de periodismo acabará con el periodismo. Toda esa historia de cómo ser buenos en este mundo desfigurado por los mensajes filtrados es pura charlatanería para que a nadie le interese nada. El periodismo como planta adormidera nunca podrá competir con las grandes empresas farmacéuticas. Para eso necesitaríamos todo lo contrario, convertir el periodismo en alucinógeno. Para eso necesitaríamos a Hunter S. Thompson (1937-2005). Pero ya no tenemos al viejo Thompson, ya no tenemos su desorganizada manera de trabajar, ya no tenemos sus borracheras, ya no tenemos ese periodismo que irritaría en cualquier escuela de periodismo. Y, sin embargo, no tienen más narices que ponerlo en el temario porque él inventó otro periodismo, el periodismo gonzo. Y el gonzo fue el último refugio de los románticos.

Lawrence Wright, editor de Rolling Stone, definió a aquella generación de gonzos como "brujos literarios que han hecho una pira de las convenciones periodísticas y de los tabúes sociales para conseguir nuevas formas de decir la verdad". Es una forma de verlo. Si utilizamos las palabras del propio Thompson las cosas quedan aún más claras. En una carta a su editor escribía lo siguiente: "Convertir plomo en oro es un truco verdaderamente endemoniado y yo aprendí a convertir lo malo en bueno. ¡Chúpate ésa! Entretanto, necesito cinco mil dólares ya... o, mejor dicho, los necesita mi banquero". Nada extraño. En las reuniones con los editores acudía con una caja de pelucas que se iba cambiando según se fuera desarrollando la conversación. En realidad, Thompson no sorprendía. Lo estrafalario también puede ser rutina.

El derby de Kentucky era una payasada llena de payasos. De payasos, de perdedores, de mujeres mal maquilladas, de apostadores sin un centavo, de tramposos, de caballos cojos, de alcohólicos con pajarita... Thompson, cuya grotesca biografía no se puede resumir en estas líneas -pueden leer Gonzo: una biografía oral, recopilación de textos de Corey Seymour-, había recibido un encargo para cubrir Kentucky con la oficialidad habitual para una revistilla de deportes. El turf se puede observar de muchas maneras, pero hay mucha tontería en el turf. Eso no lo había dicho nunca nadie. En 1970 Thompson, mientras fumaba canutos con su inseparable dibujante, Ralph Steadman, apuntó en su libreta cosas sueltas. En esa libreta, dicen, nació el gonzo. A partir de ahí, Thompson cogió el gusto a decir cosas que no había dicho nunca nadie. "Si puedo colar esto, ¿por qué voy a escribir como los del New York Times?" Natural.

Luego Thompson hizo el idiota muchas más veces y la revista Rolling Stone, cuando Rolling Stone era algo, se las publicó. Una de sus idioteces más sonadas fue presentarse como candidato a sheriff en Aspen, estado de Colorado, con un partido freak defendiendo el consumo libre de drogas. Que lo escribiera con su habitual tono de 'yo no sé de qué va esto pero me parece que trata de esto' no es lo importante. Lo importante es que estuvo a punto de ganar las elecciones. Por entonces ya había pasado un año viajando con los ángeles del infierno, periplo que acabó con una paliza al considerar los moteros forajidos que Thompson no repartía sus ganancias. Es posible que tuvieran razón. No hay mejor documento sobre esta banda que el libro que nació de la propia experiencia de Thompson. "Para contar el infierno hay que estar en el infierno" era la máxima de Thompson. "Era un gran escritor, pero un perfecto gilipollas", declaró el jefe de la banda, Sonny Barger.

Los periodistas serios que conocen la obra de Thompson consideran que fue un hijo de su tiempo, que tuvo sus aportaciones a la hora de escribir (yo, mí, me, conmigo), pero que, en líneas generales, no es el camino, aunque siempre hay un momento para utilizar sus métodos y sus trampas para mejorar un reportaje aburrido. Para que el plomo no sea tan plomo. Cualquier periodista versado en historia del periodismo sabe que, si algo no funciona, hay que echar mano del manual Thompson.

Pero no, en las escuelas de periodismo dicen que no seamos como Hunter S. Thompson, maldito freak. Observemos en el documental que abre Alcances el próximo día 10 quién era este desastre de tipo que entregaba tarde los trabajos, que los escribía de cualquier manera, que describió el miedo y el asco en Las Vegas. No queremos ni miedo ni asco. No queremos a Thompson. No queremos periodismo. Sólo queremos este blablabla de 'yo dije tú dijiste', el blablabla contertulio. No queremos saber, sólo queremos escucharnos a nosotros mismos. No queremos saber que el derby de Kentucky era un lugar de borrachos y depravados. A quién le importa Thompson y el periodismo gonzo. Bah. A quién le importa, hoy en día, el periodismo.

Asistan el jueves en el Falla al funeral de Thompson. Con ustedes estarán Johnny Depp, Jack Nicholson, McGovern... Un monolito de 45 metros coronado por un puño. Se abre el puño y llueven las cenizas de Hunter sobre los asistentes. Bravo, macho. El típico muerto que no puede pasar desapercibido. ¿Quién te escribió el epitafio, Hunter? ¿Fue Sonny Barger?

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