Cultura

Premio a lo cutre

Sin unas míseras gafas de cartón con papel de celofán que echarnos a los ojos por la cosa de las anunciadas tres dimensiones (3D), al parecer no disponibles en ningún cine de nuestra ciudad, Viaje al centro de la Tierra compite seriamente por ser la película de aventuras infantiles más cutre de la era de los efectos digitales.

Salida también de los estudios Walden Media (les ahorro detalles tras la crítica de La isla de Nim), esta poco inspirada actualización de la popular fantasía verniana nos regala una ñoña y archisabida aventura familiar en clave de serie Z protagonizada por ese pedazo de carne llamado Brendan Fraser, quien para colmo se cree chistoso a cada frase, y por unos sonrojantes efectos especiales virtuales que no sólo convierten el centro de la Tierra en un parque temático descolorido y plano, sino que dibujan criaturas prehistóricas, paisajes cavernosos y champiñones gigantes con una estética tan fea y desvaída que deja a los Teleñecos en la cumbre del diseño animado.

Si la mitología homérica parece latir en cada filme de la casa Walden en su versión más McCain, este Viaje… no aspira a menos en su blanda concepción de la aventura como proceso de aprendizaje de los valores familiares más tradicionales y rancios y en su idea de una infancia eterna como espacio idealizado de maduración a golpe de lectura y buenos modales.

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