Cultura

Perera malogra con la espada un gran triunfo en la plaza de Acho

  • El diestro pacense cuaja una buena faena y pierde el Escapulario de Oro de Lima

Se celebró la cuarta y última del abono de Acho. Se despedía de los ruedos, tras muchos años de estar frente al toro, el ganador de un Escapulario de Oro en el año 1991, Freddy Villafuerte. Junto a él, volvía Miguel Ángel Perera, que tan buena impresión dejó hace un mes, y se presentaba Sebastián Palomo, hijo del matador del mismo nombre, de grato recuerdo en Lima. Para esta corrida estaba contratado Julián López 'El Juli' quien desistió de venir desde Quito.

Freddy Villafuerte, vestido de verde botella y oro, se encargó de lidiar uno de Fernando de la Mora muy remiso en sus embestidas, pero bien presentado como los seis de esta tarde. Con la muleta fue otra cosa. El torero estuvo correcto y digno, fue pitado injusta y equivocadamente por el respetable. Su segundo, de Teófilo Gómez, no colaboró con Freddy y el público se metió mucho con él. Dejó una entera algo contraria. Varios descabellos y antes de que el toro se entregase, recibiendo su matador una gran bronca.

Miguel Ángel Perera se encargó de lidiar al segundo, al que recibió por delantales. El extremeño entendió rápidamente a sus dos toros, toreó con parsimonia, lento en su andar y sabio en su quehacer. Puso resultar algo frío en algún momento, más no fue un defecto. Con la muleta bajó bastante la mano antes de firmar larguísimos pases. A redondos interminables le siguieron naturales de igual factura. Entre ovaciones cogió el estoque, pero pinchó varias veces. Fue ovacionado.

Con igual tono actuó en el quinto, frente a un animal al que le costaba embestir. Sin embargo, Perera, muy decidido, lo enceló poco a poco con la muleta muy firme y con toreo de mano baja. Cuando el toro rompió a embestir, el extremeño se cansó de propinar derechazos, naturales interminables, finalizados con martinetes y siempre entre ovaciones. De nuevo la espada le privó de las orejas y le hizo dar una aclamada vuelta al ruedo.

Había expectación por ver al hijo de Sebastián Palomo Linares, que usa el mismo nombre de su padre. En su inicio con el capote estuvo algo desconfiado, pero mejoró con la muleta. Prosiguió el torero con su labor, cosechando olés y aplausos. Tardó en matar y escuchó silencio.

En su segundo estuvo mejor, más suelto, con más talante y volcando todos sus conocimientos para triunfar. No lo consiguió totalmente por la falta de rodaje, pero es capaz de dar más. Tampoco el toro colaboró.

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