Cultura

Pálidos rebaños

Karl Jaspers, en su Genio artístico y locura, relaciona expresamente la esquizofrenia con la modernidad; y en concreto, con la soledad sobrevenida y abisal de las grandes urbes, cuya novedad atenazaba al individuo de la era industrial. La hipótesis, de lógica irreprochable, no parece sin embargo que tenga una base real; la esquizofrenia posee un fundamento orgánico que, en última instancia, podría solaparse con lo dicho por Jaspers. Hace algo más de un año, no obstante, el biólogo checo Jaroslav Flegr relacionaba la esquizofrenia con un parásito de los gatos, el toxoplasma gondii. Con lo cual, hoy la tesis de Jaspers nos queda aún más lejos, envuelta por la bruma del psicologismo.

Esta base fisiológica de los fenómenos psíquicos, incluso los más extravagantes e inexplicables, es lo que se documenta, con profusión de ejemplos, en las Alucinaciones del neuropsiquiatra Sacks. Unas alucinaciones de todo orden: olfativas, visuales, etcétera, cuya característica común no es otra que un desajuste de los vínculos nerviosos, de las zonas cerebrales donde se forma nuestra imagen del mundo. En cierto modo, las alucinaciones de Sacks no son sino el reverso científico de aquel mundo sublunar y onírico que tanto el Romanticismo como las vanguardias frecuentaron, no sin cierto escalofrío. La pesadilla que figuró Füssli, las alucinaciones de Poe, el doble, el doppelgänger que visitó a Linneo, los delirios de Henry James (se creyó Napoleón en su última hora), las ensoñaciones opiáceas de Gautier, Baudelaire, Piranesi y De Quincey, las visiones espectrales, los viajes fuera del cuerpo, todo aquello que configuró, en buena medida, la iconografía del arte desde el XIX, queda aquí sujeto a la intrincada malla neuronal y sus terminaciones nerviosas. Lo cual significa que si el XIX encontró en los fantasmas una vía para lo trascendente, la trascendencia del XX y el XXI remite ya a los lóbulos y circunvoluciones cerebrales. Quevedo, con la virilidad cansada y despectiva de sus últimos años, hablaba del "pálido rebaño de mis enfermedades". Como nos muestra Sacks, los viejos espectros de otra edad, el pálido rebaño de los aparecidos, no son sino una proyección de nuestra conciencia. En puridad, el hombre es un fantasma -un trémulo fantasma- que proyecta sombras.

Oliver Sacks. Trad. Damián Alou. Anagrama. Barcelona. 2013. 352 páginas. 20 euros

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