Cultura

Palabras para mañana

Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2014, Lo que tiene alas parte de una frase de Joubert -"Todo lo que tiene alas está fuera del alcance de las leyes"- para definir, no sólo la naturaleza elástica y volátil del arte, sino para acotar, dentro de lo posible, el cometido y el oficio de la crítica literaria. Quiere decirse que Lo que tiene alas, sobre su función analítica, añade un corolario donde se deja claro cuál debe ser la labor del crítico, así como los cauces que la crítica ha transitado, quizá con excesivo éxito, desde la segunda mitad del XX. En este sentido, las palabras que Jordá dedica a Roland Barthes suscitan en el lector cierta nostalgia, no exenta de perplejidad: de aquella corpulencia programática, de aquel juicio absorbente, de aquella inteligencia superior, hoy sólo queda el humo escuálido, y sin embargo vivo, de una altísima literatura, aplicada al escrutinio de otras obras.

Ésta es, por otra parte, la precisa función que cumple Eduardo Jordá (poeta, novelista, articulista, cronista de viajes), al abordar las presentes páginas. Acercarse al hecho literario, a través de ciertos autores de su predilección, no desde una óptica histórica, política, sociológica, etcétera, sino desde una perspectiva que, sin excluir las anteriores, no haga olvido del hecho artístico que las sustenta. Insisto en que una parte fundamental de la literatura del XX ha tenido su origen, no en la ficción narrativa, sino en el propio ensayismo, no necesariamente literario. Borges, Barthes, Blanchot, Foucault, Bachelard, Paz, Bataille, etcétera, fueron, antes que nada, soberbios escritores que utilizaron la permeabilidad de los géneros en beneficio de una literatura de ambición especulativa y consistencia lírica. Y es en ese moderno ramal de la escritura (inaugurado por Montaigne y fray Antonio de Guevara en el XVI), donde deben incardinarse estas meditaciones de Jordá en torno a unos escritores y unas obras que, al tiempo que se esclarecen, señalan el linaje donde Jordá se inscribe.

Cualquier lector atento sabe, por otro lado, que un autor sólo escribe de aquello que le entusiasma o le repele; nunca de una cuestión ajena a su textura anímica. A ese respecto, cabe decir que todos los autores que forman este volumen -de Gógol a Carver, con el intermedio de Melville, Flaubert, Chéjov, Zweig, Cortázar, Kawabata y varios otros- pertenecen sin duda al hemisferio de la predilección y al ámbito del entusiamo. Debemos subrayar, en todo caso, que los textos aquí incluidos tuvieron su origen en un taller literario; y en consecuencia, estaban orientados a un minucioso análisis, tanto de los resortes literarios como del relieve humano que se infiere de ellos. Probablemente, es ésta última faceta del escritor -la humanidad que se trasluce en la escritura- la que Jordá aborda con mayor insistencia. Y no porque se haga olvido de su peculiaridad literaria -al contrario-, sino por el modo sutil, pudoroso, elíptico, elusivo, con que Gógol y Flaubert y Kawabata dicen la intimidad del hombre sin apenas nombrarla. La propia poética de Jordá no es ajena a esta sencilla y laboriosa ejecutoria. Así, el lector que se acerque a estas páginas saldrá lustrado, no sólo por el impecable magisterio del autor; también por una temblorosa y escueta, por una viva y cordial literatura.

Eduardo Jordá. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2014. 222 páginas. 18 euros

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