Cultura

Notas para un arte radical

  • El Reina Sofía explora la meteórica carrera de Lee Lozano (Newark, 1930-Dallas, 1999), que en apenas doce años de trayectoria cuestionó todas las estructuras socialmente impuestas

En 1970, Lee Lozano anotó en su diario: "¿Quiero asimilar libros para tener un arma que usar al hablar con la gente o para buscar nuevos sistemas de conocimiento/información e inventar otras maneras de aprender?" Es un índice de su lucidez: el deseo de saber puede enmascarar afanes de poder. Otros apuntes subrayan la conexión entre el amor y el ansia de dependencia, o entre el trabajo, la competitividad y la compulsión de producir. Con la misma claridad percibe las tramas que cruzan el mundo del arte. Quizá por eso decide desertar, abandonarlo. Su penúltima obra fue su propia retirada. Deja su estudio del SoHo en 1972 y Nueva York en 1982, aunque no, como veremos, la actividad artística.

Lee Lozano (Newark, 1930 - Dallas, 1999) se interesó por la filosofía y las ciencias. Fueron sus primeros estudios universitarios. Después, en el Art Institute, Chicago, simultanea los cursos de arte con la atención al psicoanálisis. Acaba en 1960, marcha a Nueva York y allí firma sus primeras obras.

Sus primeras piezas son duras y denuncian la reducción del cuerpo humano a mera cosa

Son piezas duras: denuncian la reducción del cuerpo humano a mera cosa y diversas formas de falocracia. El desenfado de las figuras y los textos obscenos que las acompañan recuerdan a Nancy Spero. La agresividad de bocas, dientes, puños y penes, y el modo de ocupar con fragmentos del cuerpo todo el soporte del cuadro tienen ecos de Philip Guston. Las alusiones sexuales de sus dibujos de herramientas (inocente taladradora o llave inglesa que abulta el pantalón de un varón) hacen pensar en Claes Oldenburg. De ella es, sin duda, la resolución con que aborda el problema: color apasionado y rasgos duros son una crítica al frío distanciamiento que practica el arte pop. Lozano hace visible cuanto el pop sólo sugiere.

Tan ácidos trabajos se atemperan, sin perder su filo crítico, hacia 1964: obras de cuidada estructura espacial y delicada gama de grises, pero cercanas, por sus ideas, a las anteriores. Brocas, tornillos, tubos o gatos de sujeción son formas racionales, vinculadas a la actividad industrial y cultivadas por el minimalismo, pero las alusiones sexuales persisten: la posición de los objetos es agresiva o burlona, como el grueso y firme tornillo que al final se afloja en un bucle sin fuerza. Quizá la burla vaya más lejos y la serie sea una crítica -cariñosa- a autores como Serra o Andre que se ufanan por trabajar con herramientas, rodeándose de un aura de virilidad.

A estos cuadros siguen, entre 1965 y 1968, los titulados con verbos de acción: rozar, apiñar, sujetar, deslizar. En gama tierra pero con cuidados matices de luz, las formas se dinamizan por interacción o por su posición en el lienzo. Recurre a sus estudios de física para pensar la energía de las ondas de luz que ahora busca hacer visible. Tal energía es inseparable de los cuerpos: de la emoción, el amor o el sexo. No cabe aislar estas elegantes piezas del descaro de las iniciales.

La energía del cuerpo brota del afecto y el sexo, pero también de la imaginación y ésta se estimula con las drogas. Quizá siguiendo la indagación de Carlos Castaneda sobre el peyote, Lozano proyecta una serie arriesgada, Wave (Onda). Cada uno de los grandes lienzos (243,8 x 106,7 cm) debe pintarse en una sola sesión y estudia la percepción de las ondas de luz bajo el influjo de las drogas. El esfuerzo es enorme (la última pieza le ocupa 52 horas seguidas de trabajo) pero la serie excelente. El Whitney Museum la expuso de inmediato, en 1970.

Pese a tal reconocimiento, Lozano inicia ese mismo año un arte estrictamente conceptual en busca de coherencia: si el arte es el modo de esclarecer su vida y su mundo, quizá ha de renunciar a la materia y limitarse a la acción y la idea. Inicia un camino radical y arriesgado. Grass Piece (Pieza con hierba) es la experiencia de un tiempo con alto consumo de marihuana y algo de peyote de la que deja constancia en un texto. En su inversa, No-Grass Piece, experimenta la abstinencia. Les seguirán Pieza de la huelga general, un tiempo en que evita por completo los circuitos del arte, y Boicot a las mujeres: durante un mes ignora a las mujeres y no les habla.

Lee Lozano nació antes de tiempo. Sospecha que la protesta política puede ser coartada para no pensar radicalmenta la propia vida. Su feminismo, cercano a las ideas queer, no se contenta con la reivindicación de igualdad y se aparta de las asociaciones de mujeres. Su visión crítica de los circuitos del arte tampoco tiene eco en la época. De ahí su última obra, Pieza del Abandono (Dropout Piece): deja la actividad artística convencional para iniciar un proyecto ambicioso, quizá imposible: Dialogue Piece. Lo formarían miles de conversaciones con personas muy variadas. De la obra sólo nos ha llegado la idea. Suficiente quizá para pensar si otro arte es posible.

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