Cultura

Naturaleza viva

Llamada la Pequeña Dama por André Gide, que tuvo un hijo con su hija y era por lo tanto su inverosímil yerno, Maria van Rysselberghe (1866-1959) es conocida por su exhaustivo y valioso testimonio de los años -más de tres décadas, consignadas casi día por día- que frecuentó al gran autor de El inmoralista, donde registró la "historia auténtica" de su confidente y amigo de un modo que recuerda a otros devotos perseguidores como Boswell o Eckermann. Aunque de forma no tan minuciosa, la escritora belga retrató a otros contemporáneos en Galería privada, pero sus obras más personales fueron dos evocaciones líricas -Hace cuarenta años (1934) y Para un ruiseñor (1947)- en las que perpetuaba su imposible relación con el poeta modernista Émile Verhaeren, íntimo amigo de su marido el pintor Théo van Rysselberghe, junto al que pasó una breve temporada en la playa -a orillas del mar del Norte, finales del siglo XIX- que recordaría toda su vida. El primero de esos libros fue publicado el año pasado por Errata Naturae, que recupera ahora el segundo con un hermoso prólogo de Martín López-Vega donde el poeta asturiano habla de "naturalezas vivas" para definir el procedimiento por el que los momentos de felicidad pueden mantenerse a resguardo de los estragos del tiempo, sin que se deterioren ni contaminen el presente desde el que son convocados.

Se trató hasta donde sabemos de una relación ideal o idealizada, pero a la vez muy real, y en todo caso Maria van Rysselberghe esperó a que murieran los demás protagonistas de la historia (que en Hace cuarenta años aparecen con otros nombres) para publicar (tampoco lo firmó con el suyo) su breve memoria de los días luminosos. Las nueve "estrofas", como dice el título original, que componen Para un ruiseñor, vuelven a recrear el episodio cuando este se ha convertido en una remota fantasmagoría, revivida por la presencia ritual del ave junto a la ventana. Tanto tiempo después, el ruiseñor de Keats o de Borges -uno y muchos, siempre el mismo- invita a traspasar de nuevo el "umbral inviolable y abrasador de la vida secreta", a la que ya no es necesario referirse sino de manera alusiva. Tras la renuncia, amor y dolor han sido las dos caras de un mismo sentimiento. La única salvación es la memoria.

Maria van Rysselberghe. Trad. Regina López Muñoz. Errata Naturae. Madrid, 2013. 64 páginas. 9,50 euros

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